En la ajetreada calle del León, un local mínimo dedicado al beber podría pasar desapercibido para quien camine por el barrio. Autodenominado "microtaberna de vinos", el establecimiento se llama Bocanada y, en él, el prefijo 'micro' no es exagerado, sino una pura ilustración de la realidad. Su oferta tiene un protagonista claro, el vino y un formato predominante, por copas (de entre 3,80 y 7 euros), y se completa con una carta de bocados que cambia sus elaboraciones cada cierto tiempo (los buns suelen ser una constante, acompañados de platos de verdura o reinterpretaciones curiosas de clásicos, como su Fish n’ Chips).
En apenas unos pocos metros cuadrados la barra, un espacio de degustación de dimensiones ajustadas y la cocina (fuera del alcance de la vista) forman un espacio cuadrado: entre la barra principal, de madera, y la contrabarra, en baldosas blancas, Amanda descorcha botellas, sirve las copas e introduce al cliente a los vinos propuestos. Al otro lado, todo madera y ladrillo visto, otra barra paralela y una diminuta mesa alta anclada en la pared ofrecen unos sitios adicionales para los clientes. En baldas altas, aquí y allá, se reúnen decenas de botellas que aguardan su ocasión de salir a la palestra.
En este interior llegan a sentarse unas 7 u 8 personas, siendo un total de 9 o 10 las que admite el local si parte de ellos toman su vino de pie. Si se llena, cosa que puede suceder fácilmente, el espacio puede resultar ciertamente ajustado. Es precisamente el reducido espacio lo que hace que haya poca intimidad y que la experiencia derive, fácilmente, en la socialización y la charla con el resto de los clientes del local.
Paralela al aforo reducido, una gran propuesta de vinos que se salen de lo tradicional, que pueden ser difíciles de encontrar y que incluye referencias traídas de lejos. Una vez se abren, Amanda Leite, la joven hostelera al frente del negocio, ofrece probarlas a los clientes tras una pequeña presentación de cada botella. Tras catarlo, si es de su interés, es el propio cliente quien decide si pide la copa entera. Todas las referencias que selecciona están presentes por un buen motivo y, aunque en su servicio hay mucho conocimiento, el trato es cercano y el ambiente considerablemente informal y muy relajado.
En las paredes, carteles de las muchas colaboraciones que aquí han tenido lugar: desde Gofio (1 estrella Michelin) al especialista en setas El Brote, pasando por Brutalista o Chuka Ramen, aquí han tenido lugar algunos de los combos de vino y cocina más divertidos que podríamos imaginar. Cuando suceden, una vez al mes, el menú tiene un precio cerrado y la dinámica de uso del espacio cambia.