Una estancia en silencio, un haz de luz entre los cristales de la ventana, la belleza de lo cotidiano. La exposición dedicada a la pintora Isabel Quintanilla en el Museo Thyssen, la primera monográfica del museo dedicada a una mujer, constituye un pequeño refugio para los visitantes.
Esta primera sala se convierte en una pequeña oda a la sencillez del vaso de agua
Las escuetas cartelas guían de manera eficaz el recorrido, articulado en seis secciones temáticas que nos introducen en el universo íntimo de Quintanilla. Desde la primera sección, titulada 'Temprana declaración de intenciones', observamos temas, objetos y técnicas que estarán presentes a lo largo de toda la muestra. Esta primera sala se convierte en una pequeña oda a la sencillez del vaso de agua, el bodegón o los paisajes, sin descuidar los detalles o el deleite estético que proporcionan las obras de Quintanilla.
Sin embargo, a medida que avanzamos en la exposición, especialmente en la segunda sección, 'Pintura de proximidad', el placer visual de las obras de Quintanilla introduce otros elementos, más divertidos, con un toque pop: una botella de aceite, un tarro de mermelada o un bolso y las llaves junto a un bodegón. Estas piezas constituyen pequeños autorretratos de la artista y del tiempo en el que vive, a través de su cotidianeidad. Ocurre también con los sugerentes interiores inhabitados, con rastros de vida, pero sin personas en las escenas.
La sala 'Más que compañeras' muestra obras de las otras realistas para reparar ese menosprecio histórico
Isabel Quintanilla formó parte del grupo de los Realistas de Madrid, junto a otras compañeras, que han sido mucho menos destacadas por la historia que sus colegas masculinos, hasta ahora. La sala 'Más que compañeras' muestra obras de las otras realistas con la intención de reparar ese menosprecio histórico. No obstante, más que una sala, sería necesaria una exposición específica y así no restar espacio a la protagonista de la muestra, Quintanilla.