Una torre de once caras
La primera parada es en Òdena, a escasos kilómetros de Igualada. Tenemos que ir a buscar el punto más elevado de la población para encontrar lo que hemos venido a ver: su castillo. O, seamos sinceros, lo que queda de él, porque de la que fue una gran fortificación queda una parte de muralla y una torre. Pero vale la pena acercarse a este lugar por todo lo que seguidamente os explicaremos. La torre, majestuosa, orgullosa de lo que representó, es singular, con una estructura exterior poligonal de once caras. Desde aquí observamos la cuenca de Òdena y varios castillos que la circundan. Sin embargo, lo que más sorprende son los restos del pueblo viejo de Òdena, que estaba sobre una colina y estructurado alrededor del castillo. Entre paredes de piedra que mantienen las formas de las habitaciones y donde incluso vemos algunos hornos antiguos, el lugar cautiva y más cuando llegamos a la plaza donde estaba la iglesia, el ayuntamiento y la escuela. Además, el paseo se acompaña de imágenes antiguas que nos muestran cómo era el lugar cuando había vida y también se pueden leer los nombres de las calles y de las casas. El pueblo viejo, habitado desde muy antiguo, quedó abandonado a lo largo del siglo XX cuando los vecinos se fueron trasladando a la parte baja de la población, pero se niega a desaparecer.