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Los pueblos más bonitos de Girona

Que no os carcoma la envida que a veces dan los del Ampurdán, por lo de vivir en un paraíso con pueblos de postal. Lo que tenéis que hacer es ¡ir a descubrirlos!

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Todos sabemos que el término 'pixapí' ('meapinos') lo acuñaron los de la provincia de Girona cuando el turismo se empezó a desarrollar, allá a finales de los sesenta: los coches de la capital colapsaban las carreteras. Y un efecto secundario pintoresco eran los barceloneses aireando la pilila al amparo de los pinos arqueados por la tramontana. Hoy, este apelativo –algo degradante– está más vivo que nunca. Pero ey, hobbits de la comarca del Ampurdán, no os lo tenemos en cuenta.

Somos conscientes de que vivís en un lugar privilegiado, y a veces cuesta compartir las cosas bonitas con el de al lado. Pero os aseguramos que amamos los pueblos de Girona: preciosidades de postal integradas en un paisaje maravilloso, ideales para una escapada de fin de semana y que vale la pena descubrir. No es necesario ir a la Toscana si tienes el Ampurdán mucho más cerca.

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1. Castelló d'Empúries (Alto Ampurdán)

Es fascinante que Ampuriabrava –marina sesentera kitsch rellena de alemanes– sea un barrio de Castelló d'Empúries, magnífica villa medieval fundada en el siglo X por los condes de Empúries. El atractivo de esta población no te lo acabas por más años que haga que vayas: murallas y un riego medieval, una iglesia basílica conocida como la catedral del Ampurdán, un casco antiguo donde G.R.R. Martin y Peter Jackson se sentirían poseídos por Frodo Bolsón, una cárcel medieval convertida en museo... Por no mencionar que se encuentra en la confluencia de tres parques naturales, tiene un restaurante Michelin y es frente a la playa. Si no tuviera una casa justo al lado, me daría mucha rabia.

2. Santa Pau (La Garrotxa)

Todos habéis oído hablar de las judías de Santa Pau, pero debéis saber que esta villa de la Garrotxa tiene un encanto pétreo extraordinario. Documentada desde finales del siglo VIII, el núcleo medieval de Santa Pau tiene una plaza porticada de perfil irregular y arcos desiguales como pocas habéis visto (es entrar y sentir el peso del paso del tiempo) que se dispone alrededor del castillo, un edificio grande, y compacto en el punto más alto del pueblo. La sensación de calma y solemnidad en un día poco concurrido es inigualable. Consejo útil para 'pixapins': por favor, aparca a las afueras del pueblo y camina 600 metros. No hay nada que fastidie más que el típico paleto urbanita que deja el Audi amorrado a la puerta de la catedral.

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3. Portbou (Alto Ampurdán)

¿Qué podemos decir de Portbou? Que es un antídoto y un bálsamo contra la masificación del turismo chancletero. Parece que el tiempo se haya parado en 1985 (y de hecho, hay un restaurante en el paseo marítimo con una máquina de discos con éxitos de aquel año). Portbou, se ha dicho mil veces, guarda todo el encanto decadente del punto fronterizo concurrido, que de repente, dejó de serlo. Pensad que la demografía del lugar en temporada baja es de mil habitantes. Mil habitantes en una población con edificios modernistas de veraneo burgués, que tiene una estación de tren espectacular, con categoría de estación internacional, la tumba y monumento a Walter Benjamin. ¡Y una playa de piedra donde en agosto se está la mar de ancho!

4. Sant Martí d'Empúries (Alto Ampurdán)

Beyoncé ha pisado Sant Martí de Empúries. Este motivo ya sería suficiente, pero si aún no has salido a buscar el coche, aquí van otros: Will Smith, Michelle y Barack Obama, también. ¿Qué hacían todos juntos en un pueblo -pequeñísimo y preciosísimo- catalán? Esto tampoco es broma: estaban invitados a la boda del hermano de Elon Musk, Kimbal Musk, con Christiana Whyly. El enamoramiento era directamente proporcional al presupuesto de la boda, así que cerraron el pueblo para poder celebrar su amor en 2018. Anécdotas aparte, Sant Martí d'Empúries vale por sí solo: playas familiares y agradables, un paseo con el mar en un lado y las ruinas griegas y romanas en el otro, callejones con flores en las ventanas y una plaza llena de restaurantes para hacer el vermut. Son pocos metros cuadrados, pero valen oro: frente a la iglesia se encuentran las ruinas del castillo que inspiró a Víctor Mora, dibujante del Capitán Trueno, y al lado, la Casa Forestal, un edificio modernista que queda muy bien con el mar de fondo. No lo encontraréis ni en la mejor versión de los sueños americanos.

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5. Colera (Alto Ampurdán)

Todo el mundo disfruta con el encanto decadente de Portbou –ya glosado– pero debéis saber que un poco antes hay una aldea costera extraordinaria que se llama Colera (pronunciad 'culera', y los chistes malos, por favor, os los metéis en...). Y ¿por qué lo es? En plena temporada turística, ocurre el pequeño milagro que la clientela de sus dos hermosas playas de piedra es local. Y tiene un punto de interés inesperado: un monumental puente ferroviario que construyó Eiffel (sí, el de la torre) a finales del siglo XIX. Y una buena marisquería y arrocería en primera línea de mar a precios asequibles, La Gambina. Como dice una amiga del pueblo de al lado: "Colera no tiene casi nada de especial, pero tiene las mejores playas del mundo... Los 'pixapins' no lo deben saber nunca". ¡Ups!

6. Besalú (La Garrotxa)

Es el tópico sí. ¿Pero quién es el valiente que no cae rendido ante el encanto de Besalú? ¿Quién puede evitar hacer fotos sin parar cuando toma un café en alguna de sus terrazas o pasea por este pueblo situado a 150 metros de altitud? Nos encanta, porque parece sacado de una película de época y no podemos hacer más. Todos lo sabemos: es uno de los pueblos medievales más singulares de la Garrotxa y, de hecho, es una de las muestras más importantes de la Cataluña medieval.

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7. Ullastret (Bajo Ampurdán)

Forma parte del llamado Triángulo de Oro del bajo Ampordà, formado por los pueblos medievales de Pals y Peratallada. Es pequeño y encantador: callejuelas de piedra y una iglesia parroquial que data de finales del siglo IX. Y conserva en buen estado un pedazo de la muralla medieval, diez torres imponentes que podemos apreciar mientras paseamos por las calles estrechas y empinadas. Ahora bien, vale la pena sobre todo visitar su poblado ibérico, habitado del siglo VI aC hasta principios de siglo II aC, cuando fue abandonado con la llegada de los romanos.

8. Matajudaica (Bajo Ampurdán)

Las grandes virtudes de este pueblecito: es pequeño, es tranquilo y es bonito. Se construyó alrededor de una iglesia documentada desde el 1081, y el pequeño núcleo de población lo componen callejones estrechos y cuesta arriba, que pertenecen a masías que se construyeron entre los siglos XVI y XVII. No penséis que el topónimo tiene resonancias antisemitas: el pueblo se llamaba Matha, y cuando a finales del s. XIII se instaló un nutrido núcleo de población judía, se modificó el nombre. Después de Ultramort, es mi nombre de pueblo ampurdanés favorito.

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9. Pals (Bajo Ampurdán)

Pals es el pueblo ideal para los enamorados del submarinismo y las islas Medes. Si obviamos las tiendas de souvenirs y paseamos por las calles empedradas y las casas doradas con flores, Pals recuerda a un pueblo del Sur de Francia. Destacan la iglesia de San Pere, la muralla medieval y el campanario, conocido como la Torre de las Horas, del siglo XI-XII.

10. Cadaqués (Alto Ampurdán)

Residencia de intelectuales y artistas desde Dalí a Pau Riba (yo la última vez lo vi en un callejón, sentado entre su tribu, preguntando "si se subían la barca para ir a merendar") actualmente acoge los urbanitas en búsqueda de paz y tranquilidad lejos del turismo costero de masas (paz muy relativa, porque en temporada alta tienes que dejar el bolígrafo en el parking para poder entrar). Se encuentra en medio de macizos rocosos que lo dejaron, hasta finales del s. XIX prácticamente con el mar como única salida. De la antigua ciudad fortificada quedan un baluarte, que acoge el Ayuntamiento, y un portal de arco rebajado que daba a la playa. Visita obligada si buscas la inspiración (o un buen pescadito de roca).

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11. Camprodón (Ripollés)

Camprodon es mucho más que sus míticas galletas (aunque es inexcusable visitar la población sin salir con una caja bajo el brazo). Esta villa milenaria fue conocida en su momento como la pequeña Suiza: hacia finales del s. XIX, cuando la burguesía catalana empezó a veranear, Camprodon experimentó un fuerte crecimiento, con la aparición de edificios singulares que son patrimonio modernista y con un majestuoso paseo. Lo primero que veréis, claro, es su impactante Puente Nuevo, del s. XII: la puerta de entrada al camino de carros que llevaba en la Cerdanya.

12. Peratallada (Bajo Ampurdán)

Fue declarado conjunto histórico-artístico y Bien Cultural de Interés Nacional (BCIN) y es uno de los núcleos de arquitectura medieval más importantes de Cataluña. Está asentado encima de una roca de arenisca y rodeada por un gran foso excavado en la roca viva. Aparte de sus atractivos históricos, es reconocido por su oferta gastronómica y artesanal. El nombre del municipio también es precioso: ¡Forallac!

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13. Beget (Alta Garrotxa)

Está situado en medio de bosques de encinas y robles y en las umbrías, entre hayas, y junto a importantes zonas de prados y pastos. Destaca el templo románico del XII dedicado a San Cristóbal –pura belleza armónica, una de las muestras del románico más puras– y sus casas con tejas inclinadas. No es exagerado decir que es uno de los lugares más bellos y pintorescos de Cataluña: a 540 metros de altitud, sus casas de piedra están escalonadas sobre el río, que dos puentes medievales atraviesan. Más que un pueblo, es un monumento gigante.

14. La Vajol (Alto Ampurdán)

La Vajol, el pueblo más alto del Alto Ampurdán, y que cuenta con poco más de 80 habitantes censados, fue situada en el centro del mapa a mediados de la Guerra Civil Española. El presidente Negrín encontró entre los bosques y las paredes de este lugar el sitio idóneo para guardar los tesoros de la República, bajo las minas de talco que hacen frontera con Francia. Más adelante, todo el Estado Mayor se instaló, en las postrimerías de la guerra. Aparte de las efemérides, también fue territorio de paso de miles y miles de refugiados anónimos que huían hacia territorio francés. Hoy se puede visitar el monumento a los exiliados y la iglesia románica de San Martín de La Vajol.

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15. Begur (Baix Empordà)

Las casas coloniales construidas por los begurenses que volvieron de hacer las Américas ya nos dan la clave para saber que estamos en un paraje acogedor con el visitante, lleno de contrastes e historia, y que mira más allá. Situado en el corazón del Baix Empordà, al abrigo del castillo medieval que lo preside, el municipio, el núcleo antiguo de Begur y sus playas configuran uno de los lugares más privilegiados de la Costa Brava.

16. Queralbs (Ripollès)

La primera mención de Queralbs como ciudad es como 'Keros Albos' en el acta de consagración de la iglesia de la Seu de Urgell en el año 836. Se trata de un municipio de la comarca del Ripollès, ubicado en el norte de Ribes de Freser, en el oeste de Setcases y al sur de las comarcas de la Cerdanya y el Conflent, famoso por su iglesia románica de Sant Jaume datada en el siglo X. Un espectáculo para los amantes del arte.

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17. Monells (Bajo Ampurdán)

Otro pueblo medieval del Baix Empordà, sí, pero es que Monells enamora: el visitante viaja de golpe al siglo XIII entre sus arcos, callejones y su famosa plaza Sant Jaume I. De vida recogida en invierno y de actividad y niños y niñas jugando en la calle en verano.

18. Castellfollit de la Roca (La Garrotxa)

Castellfollit de la Roca se encuentra sobre un risco basáltico de origen volcánico. Famoso por su ubicación, el pueblo es, además, uno de los más bonitos y curiosos de la geografía catalana. Un pueblecito para perderse una y otra (pero mirando donde pisas!). Cada año se cae un pedacito, así que sería cuestión de ir un día u otro.

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19. Banyoles (Pla de l'Estany)

Banyoles destaca por tener el lago más grande de Cataluña, donde, según la leyenda, vive un dragón que ni Carlomagno pudo vencer. Como sabemos, las malas lenguas de vez en cuando explican que el dragón todavía nada por el lago. Pero sea como sea, visitar Banyoles y sus alrededores debería ser obligatorio tanto si creemos en monstruos de agua dulce como si no.

20. Peralada (Bajo Ampurdán)

Peralada es mucho más que el castillo del mismo nombre. El municipio, claramente medieval y con una dilatada tradición vinícola, acoge las importantes bodegas Castell de Peralada, integradas dentro de la denominación de origen Empordà-Costa Brava. Además, cada año se celebra el Festival Internacional de Peralada con artistas de primer orden. Todo parece sacado de un cuento de hadas. Pero ¿verdad que decíamos que esto era más que el castillo? Pues piérdete por la villa medieval y contempla los fantásticos portones y porches de las casas, algunos con más de 600 años de antigüedad.

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