1. Nits de Bosc
Maria ha construido la masía y las cabañas de Nits de Bosc como si fuese su casa. Como si fuera ella la que tuviese que dormir, comer y descansar allí. Por eso, estaréis muy bien: a media hora de Barcelona, en medio del parque natural de la Cordillera Litoral, en Vilassar de Dalt, llegaréis en una explanada con una masía, con parterres de flores, un cerdo -Peggy-, unas gallinas y una perra que se deja acariciar -Violeta-. Estás en casa. Maria reformó una masía del siglo XVI que estaba prácticamente en ruinas, hizo una zona de balneario con sauna, ha reconvertido la antigua balsa en una piscina y ha construido un pequeño restaurante, unas cuantas habitaciones y por los alrededores, entre el bosque, 6 cabañas. A diferencia de experiencias similares, esta tiene un plus para los más urbanitas: dentro de las cabañas hay ducha, aseo y electricidad. Las habitaciones, anchas, cuidadas al detalle y con una bañera de película en el baño, también prometen. Si os gusta la decoración, no podréis parar de preguntar a Maria de dónde son los platos, los cubiertos y el mantel. La cena -un provolone espléndido, unas croquetas crujientes- es de kilómetro cero y por la mañana no os podréis resistir a la cesta con zumo de naranja natural, café, pan recién hecho y embutido de verdad. El fin de semana pasará volando y vosotros saldréis flotando.