L'Estany claustre del monestir

Historia y geología en el Moianès

Dedicamos dos días a la comarca visitando, entre otros lugares, las cuevas del Toll y el monasterio de L'Estany

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El Moianès, a pesar de ser una comarca bastante pequeña y con sólo diez municipios, está llena de puntos de interés de tipologías muy diversas. Ya nos lo direis, si no, después de realizar la escapada que os proponemos. Y eso que prácticamente no nos moveremos de dos poblaciones, L'Estany y Moià, la capital.

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Centro de visitantes, monasterio y mina

Dedicaremos el primer día a L'Estany. Y ya que hay un centro de visitantes, y nosotros estamos de visita, pues entramos. Lo encontramos en una parte de las antiguas dependencias del monasterio de Santa María de L'Estany, y ofrece información sobre los recursos y servicios turísticos y culturales del municipio. Así mismo, tiene por objetivo poner en valor el patrimonio arqueológico, histórico, arquitectónico, artístico y etnológico de la población.

A continuación visitamos el monasterio, canónica agustiana con vida entre sus muros entre los siglos XI y XV y en la actualidad parroquia. Podemos hablar de una auténtica joya del románico, especialmente los capiteles de su claustro, 72 en total, con escenas bíblicas esculpidas, e iconografías de temática vegetal y heráldica. Fue fundado en 1080, y contiene una notable imagen gótica de la Virgen esculpida en un solo bloque de alabastro.

A comer vamos a Ca la Tona, junto al monasterio. Podremos comer productos ecológicos y de la comarca.

Por la tarde seguimos en L'Estany. ¿No os parece raro que la población tenga ese nombre ("L'Estany" significa "el lago") y todavía no hayamos visto ningún lago ni nada parecido? Sí que había uno, pero se desecó con una obra de ingeniería espectacular que data del siglo XVIII y que todavía ejerce la misma función: sacar el agua del llano de la población. Probablemente cuando había agua en la superficie el paisaje era más bello, pero esta provocaba enfermedades, y además los monjes del monasterio agustiniano necesitaban tierras para cultivar. La solución fue construir una mina de piedra seca que mide cerca de medio kilómetro de longitud, y en la que hoy podemos acceder, poniendo así el punto y final a la jornada.

La capital y las cuevas

El segundo y último día de escapada lo pasaremos a Moià. Comenzaremos descubriendo su núcleo urbano, iniciando nuestros pasos en la plaza de Sant Sebastià, patrón de la población. Unas baldosas en la pared recogen cantos y homenajes al árbol, como el Himno del Árbol Frutal, de Joan Maragall. Bajamos por la calle del Forn, con casas antiguas y emblemáticas, una de las cuales Can Carner, sede del Consorci del Moianès y Hotel de Entidades, y otra, la del número 25, que fue la primera casa de la Escuela Pía en Cataluña, inaugurada en 1683. Llegados a la plaza Mayor, la mirada hay que repartirla a todas partes: las bóvedas del siglo XIII, la iglesia de Santa María, de los siglos XVII-XVIII, los esgrafiados de la vicaría, o, ya en la calle Rafael Casanova, la casa natal, visitable, del que fue consejero de Barcelona y símbolo de la resistencia catalana en 1714. En el mismo edificio se encuentra el Museo Arqueológico y Paleontológico, estrechamente relacionado con las interesantísimas cuevas del Toll que veremos por la tarde.
Precisamente el monumento dedicado a Casanova lo encontramos después de dejar atrás la iglesia. En un extremo de la plaza donde está la escultura nos llaman la atención la serie de casas señoriales con elementos modernistas. Nos acercamos y observamos que estamos en la calle Richard Wagner, y en las fachadas aparecen escritos nombres de óperas del compositor. La referencia a Wagner es debida a que en Moià nació en 1863 uno de los tenores que mejor ha interpretado las partituras del alemán, Francesc Viñas i Dordal.

Nos merecemos una buena comida, así que hemos reservado mesa en Les Voltes de Sant Sebastià, en el mismo Moià. Ofrecen cocina tradicional y de mercado puesta al día con platos innovadores y cuidando mucho el producto del Moianès.

No nos podremos entretener mucho con la sobremesa, porque todavía queremos ir a conocer un lugar muy especial antes de volver a casa: las cuevas del Toll. Están a las afueras de Moià. Aquí ya habitaban personas y animales salvajes desde la Prehistoria. Aquellos antepasados nuestros ​​se tenían que mover por las cavidades prácticamente a tientas. Hoy nosotros tenemos la suerte de poder observar más de un kilómetro de bellas y singulares galerías bien iluminadas y acompañados de un guía que nos explicará, entre otras cosas, cómo se descubrieron en época moderna, qué hallazgos se han hecho, qué excavaciones todavía se están llevando a cabo, y cómo, en otros tiempos, por aquí corría el mar. Una visita final ideal para toda la familia.

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