La situación del Lluçanès la convierte en un mirador magnífico a norte y a sur. Si nos adentramos en sus pueblos y sus bosques, no nos costará encontrar unos cuantos kilos de leyendas, de tradiciones, de arte o de gastronomía. Os animamos a que nos sigáis en esta escapada de descubrimiento del Lluçanès.
Día 2: siguiendo el rastro de las brujas
Temidas por los vecinos, mal vistas por el estamento eclesiástico, las brujas se apartaban de los pueblos y se adentraban en los bosques ya fuera para cosechar hierbas medicinales, para celebrar sus rituales o akelarres, o, como decía la gente, hacer pactos con el demonio. El Lluçanès, abundante en árboles y caminos, era ideal para el mundo de la brujería, y de ahí su constante presencia en el lugar. Muchos de aquellos espacios quedaron documentados, y son los que transcurre la ruta (de la que podéis obtener más información en los puntos de información turísticos). A lo largo del trayecto encontraréis cinco paneles: el "comunidor" y el Serrat de les Forques, en Sant Feliu Sasserra; Roc Foradat, en Prats de Lluçanès -donde dicen que la bruja Napa escondía las gallinas que robaba y preparaba sus brebajes; el pozo de las Heures, en la riera de Merlès; y las gargantas de Fumanya, en Sat Martn d'Albars. Una ruta muy recomendable para hacer volar la imaginación, conocer una parte de la historia de este territorio, y cruzar por espacios llenos de encantos y de hechizos.
Día 3: aquel crujir del pan de toda la vida
El tercer día cambiamos radicalmente de tema. Quizás el Lluçanès fue hace algunos siglos tierra de brujas, pero hoy es sin duda tierra de panaderías, donde cuecen el pan con hornos de leña, y da como resultado ese producto buenísimo, con la costra que hace crec-crec cuando la aprietas, y donde también se pueden encontrar otros deliciosos alimentos del mundo de la pastelería, especialmente cocas (¿quién no ha visto en alguna feria un stand con cocas de Perafita?). La Ruta del Pan -para la cual, a diferencia de la de las Brujas, es necesario apuntarse previamente- sirve para recordarnos a grandes y pequeños que el pan no llega a solas en el mostrador de la tienda, sino que hay un largo proceso detrás que empieza en el campo y que sigue en el molino y finalmente en el obrador del horno. A lo largo de la ruta se visita un campo de trigo, un molino de harina, y un horno, en el que es un viaje ideal para descubrir la esencia del Lluçanès y acercarse a su gente. Dicen que la mejor época para hacer esta ruta es entre los meses de abril y julio, y se incluye la opción de comida. O sea que ya tenéis un último día de escapada montado y en el que no tendréis que preocuparos ni de buscar restaurante. Seguro que cuando estéis sentados en la mesa, el pan lo vais a saborear de otra manera.
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