Escapada a L'Anoia: castillos, globos y arrieros

Nos situamos en los límites con la comarca de la Conca de Barberà, en Sant Martí de Tous. Aquí, una fenomenal fortaleza –bastante restaurada, por cierto– preside el pueblo y los alrededores. Es el castillo de Tous. Si bien la familia con este apellido dejó de vivir hace más de cinco siglos aquí, el castillo ha mantenido el nombre y dio el topónimo a la población que tiene a los pies. Hoy es una residencia privada, pero abierta a visitas en días concretos o bien concertadas. El lugar no os dejará indiferentes, por su larga historia –ya Wifredo el Velloso y el abad Oliba estuvieron aquí–, y además es motivo de varias leyendas. No es extraño que desde el año 2010, en el mes de julio, se lleve a cabo en el sitio el Festival de Leyendas de Cataluña (FESLLECAT). No es necesario, sin embargo, que esperéis a julio para ir, hacedlo en cualquier época del año, que el castillo seguro que os estará esperando. Nosotros hemos decidido empezar aquí nuestra escapada a L'Anoia.

Ayer vimos panorámicas desde bastante altura, pero sin dejar de tocar en ningún momento con los pies en el suelo. Esta mañana os animamos a ir aún más arriba –bastante más–, en una actividad que en L'Anoia tiene gran tirada y que, quizás, todavía no habéis probado nunca. ¡Os garantizamos que es una experiencia inolvidable!

Dos empresas, Globus Kon-Tiki y Camins del Vent, ofrecen salidas en globo sobrevolando la comarca de L'Anoia. ¿Qué tiene esta comarca que no tengan otros y que la haga tan atrayente para hacer una excursión en globo? Pues seguramente unas condiciones meteorológicas y un terreno adecuados, pero también la poesía que supone ver constantemente la montaña de Montserrat en el horizonte y la variedad de colores de los parajes de L'Anoia desde el aire.

Ya en tierra, disfrutaréis de un buen desayuno y se os otorgará un diploma de vuelo para hacer aún más completa una mañana excepcional.

La tarde será más tranquilla. En el mundo actual, como hemos comprobado esta mañana, incluso podemos volar, pero hasta no hace tantas décadas el transporte de mercancías entre poblaciones era mucho más lento y duro que hoy en día. Los arrieros eran aquellos que hacían posible el intercambio tanto de productos como de información entre caseríos, pueblos y ciudades, y en Igualada les dedican un museo, por la importancia que tuvieron en el desarrollo comercial del territorio.

El Museo del Arriero (Museu del Tragriner) explica este oficio, todo lo que lo rodeaba y su evolución, a partir de la colección de Antoni Ros. Entre las más de dos mil piezas que se exponen, distribuidas en tres plantas, destacan los cerca de 40 carruajes. En el centro –adaptado especialmente para personas ciegas– sabremos también cómo se fue perdiendo el oficio a partir de las nuevas energías, primero el vapor y luego la gasolina. De hecho, los que hoy conocemos como transportistas vienen a ser los arrieros que durante siglos y siglos habían llevado arriba y abajo todo lo que hacía falta para vivir.

Hemos empezado la escapada visitando un castillo, y el último día también nos lo reservamos para conocer un par de fortalezas más. Y es que en L'Anoia hay muchas. Quizás la más emblemática es la que visitaremos esta mañana, el castillo de Claramunt. Alzado en el siglo X, las intervenciones y reformas de los años 90 del siglo XX lo dejaron como espacio ideal para entrar y saber cómo eran estas edificaciones medievales. Se realizan visitas guiadas. Las panorámicas desde aquí, como no puede ser de otra manera, también valen mucho la pena, y por lo tanto la caminata para llegar de una media hora –nada dificultosa– es del todo recomendable. El castillo domina el punto donde el desfiladero del río Anoia se abre en la cuenca de Òdena, y el motivo de su construcción fue la disputa por estas tierras entre los condes catalanes y las tropas del Al-Andalus. Por ello, como todavía se puede observar mil años después, fue un castillo majestuoso, con murallas escalonadas, torres defensivas, y donde tampoco podía faltar una iglesia, Santa María, de factura románica.

Y de la Pobla de Claramunt vamos a Sant Pere Sallavinera, municipio al que pertenece el castillo de Boixadors. El edificio aparece documentado por primera vez en 1015 –o sea, que este año sopla las mil velas–, y desde el siglo XV hasta el XIX formó parte de la baronía de los Boixadors, bajo el poder de una misma familia. De nuevo, las vistas son fantásticas, sobre la meseta de Calaf y rodeado de sierras, valles y arroyos. Apuntaos a una visita guiada, y disfrutad de una de las cunas de L'Anoia para terminar esta salida por una comarca llena de alicientes.