Tarde día 1: cruzamos las puertas de la Historia
Si hace un buen día, nos podemos abstraer -léase siesta- un rato en el Parc del Castell, dicho sea de paso, unos jardines bastante curiosos, con plantas exóticas y senderos dispersos, que nos conducirán al umbral de la fortificación. Lo primero que salta a la vista de este impactante documento arquitectónico es la posición privilegiada que ocupa, dominando el Delta del Llobregat y el llano de Barcelona, del Garraf a Collserola. No es extraño que se encuentre allí. La localización estratégica fue clave en la elección del establecimiento, especialmente para controlar la llegada de naves a la costa. Este hecho no pasó inadvertido ni a nuestros antepasados medievales ni a las civilizaciones que, desde tiempos inmemoriales, pueblan Castelldefels: justo en el lugar donde hoy se alza el castillo hay restos del Paleolítico, de un poblado ibérico y de una villa romana. No sorprende, pues, que las tropas de Carlomagno que vinieron desde el norte a reconquistar la zona del Califato de Córdoba se fijaran en el sitio. Justo donde nos encontramos ahora, lo primero que estos repobladores construyeron, en el siglo X, fue una pequeña capilla de estilo románico.
Podemos empezar la visita, precisamente, por la capilla, que se sostiene no sin inclemencias desde hace más de mil años. Su interior, sin embargo, ha sido restaurado y se pueden ver los colores originales y frescos neoclásicos, hasta hace pocos años inapreciables por los efectos de la Guerra Civil. Durante los siglos X-XV, con la expansión de Barcelona por el Mediterráneo, el comercio creció en la zona y se hizo necesaria, primero, la fortificación de la capilla durante los siglos XIV y XV y, finalmente, la construcción de un castillo que asegurara la protección de la zona, obra que se terminó a mediados del siglo XVI. Su interés es notorio y palpable, y a su alrededor hay doce torres de vigilancia, que le acompañaban en la función militar. Podemos hacer una visita por el interior el segundo domingo de cada mes. Nada mejor que un descenso suave por los jardines para cerrar la tarde.