Lago di Garda
Foto: Shutterstock
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5 formas de conocer el Lago di Garda

¡Uno de los imperdibles italianos más bonitos, si es que hay algo en Italia que te puedas perder!

Eugènia Güell
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¡Es tan fácil decir que sí a un viaje a Italia! Todo es mejor siguiendo las curvas y los azules de la costa Amalfitana, los verdes de la Toscana o las callejuelas de un pueblo sin pretensiones. Vivir el placer de 'la dolce far niente' mientras te sale helado por una oreja y pasta carbonara por la otra es el plan de verano (o invierno, u otoño, o primavera) indiscutible. Los rincones de la bota son interminables, y en el norte, por encima de Milán, algunas manchas azules contrastan el verde del mapa. Son lagos: quizá os suena el de Como, el más exclusivo de todos y donde las estrellas italianas se ponen morenas. Pero al otro lado, existe una joya que pasa por desapercibida: el Lago di Garda. Más asequible, con carreteras panorámicas, un paisaje montañoso (en un lado) y llano (en el otro), con playas, algún parque de atracciones y muchos deportes acuáticos. ¡Poidéis ir volando a Verona (además, Volotea tiene vuelos directos), alquilar un coche y aseguraros de no perderos nada de lo que nos ha encantado a nosotros!

Pueblos encantadores

Es casi imposible encontrar un pueblo feo en un entorno tan plácido. En Bardolino se encuentra la iglesia de San Severo, con planta románica y un interior lleno de frescos que os dejará con la boca abierta. Las calles, como un peine, bajan hasta la orilla del lago, donde hay un paseo que se construyó después de la Segunda Guerra Mundial, cuando ya era un destino turístico y no un pueblo de pescadores. En Malcesine encontraréis una estructura medieval, que se abre como un abanico alrededor del castillo. Cuando el nivel del lago desciende, se puede ir andando hasta la isla pequeña de dentro del pueblo, Île du Songe. Si miráis justo delante, encontraréis Limone, un pueblo que, después de siglos aislado, encontraron una mutación en sus habitantes, un componente en la sangre que les protege de enfermedades cardíacas. Seguramente ir de vacaciones allí dará un efecto similar.

Vinos marinados con piedra caliza

A todo esto solo le faltaba un buen maridaje (o unos cuantos). Al este del lago, Valpolicella (¡qué bien suena!) se extiende y peina las colinas con filas de viñedos y olivos, rodeadas de flores desordenadas y esa luz del sol tan italiana. Es la zona vinícola veronesa, donde encontraréis, entre otros, la bodega Elèva. Queda muy bien integrada en el paisaje, y está situada en una antigua cantera restaurada. Es el lugar que os imagináis cuando pensáis en hacer una cata de vinos en Italia. Dos palabras clave: 'ripaso' y 'oseletta'. La primera hace referencia a una técnica enológica de aquella zona, en la que se reutilizan las sobras de pieles de uva para otra fermentación. La segunda es una variedad de uva que se había perdido y recuperado. ¡Y sí, quiere decir 'pajarito'! Por cierto que esta bodega esté en una antigua cantera nos da pistas sobre la zona donde nos encontramos: el pueblo más cercano a la Società Agricola Elèva es San Giorgio, con un mirador espléndido, rodeado de caminos ideales para realizar senderismo y bicicleta, y sobre todo, lleno de piedra caliza. De las canteras de esta zona se sacan bloques con pequeñas variedades de colores que se exportan a todo el mundo. Las más utilizadas son las blancas y rosas pálido, pero también las hay de color salmón y de lo que se llama “rojo veronés”.

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¡Verona enamora!

Podríamos decir que después de picar mucha piedra, se esculpió Verona. Al quedar muy cerca del lago, es la ciudad perfecta para pasar unos días antes de coger el avión a casa. La gente va por Romeo y Julieta, pero haced el favor de ir porque es un tesoro arquitectónico: en su barrio antiguo se pueden ver rastros de 2.000 años de evolución, y en la Piazza dei Signori se pueden ver cinco siglos de arquitectura. Cuando entréis por el Ponte Pietra, pensad que los arcos de piedra romanos han caído al menos siete veces. Si miráis arriba, de vez en cuando veréis lo que se llama “gótico veneciano”, la influencia árabe al estilo gótico que tiene, por ejemplo, el Palacio Ducal. A un lado os quedará Verona, y en el otro, lo que llaman “Veronetta”, el barrio estudiantil y más barato. Alquilad una bicicleta (es la típica ciudad en la que queda bien) y compraos un helado. ¡En L'Arte del Gelato los hacen buenísimos, y con ingredientes kilómetro cero!

Comida 'molto buona'

Estamos en Italia: ya asumimos que se come bien. Pero a la buona pasta tendríais que añadirle un pesce molto buono. Y es que, si estamos alrededor de un lago (y si no sois vegetarianos) tenéis que probar el pescado. ¡Si os gustan las anguilas, es vuestro sitio! Os recomendamos el restaurante La Pace, en el Porto Vecchio, y que probad el Risotto all’Amarone, hecho con vino de Valpolicella. Nunca olvidaremos la deliciosa pasta linguine con el pescado lavarello y aceitunas negras y el pescado lucio con polenta (un acompañamiento hecho con maíz) que probamos en la trattoria Bell'arrivo en Torri del Benaco -un nombre que, por cierto, te da la bienvenida-.

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La panorámica de Punta San Vigilio

Es un sitio que tiene un poco de todo: primero, un bar en un lugar idílico (sabemos que esto os gusta). Además, es un lugar espectacular para ver la puesta de sol. A través de caminos de olivos, llegaréis al Parco San Vigilio, un jardín con piscina, y muy cerca se encuentra la Cala delle Sirene, una de las playas del lago. El nombre lo indica: es una punta. Así que desde sus alrededores podréis observar fácilmente los dos paisajes diferenciados del Lago di Garda: al sur, la parte más joven y profunda; y al norte, la más alpina y montañosa. Ya os lo habíamos dicho: ¡en el Lago di Garda hay un poco de todo para todos los gustos!

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