El cruasán, expresión cotidiana de la maestrazgo pastelero, encuentra en la Xacolata un ejemplo admirable. Jordi Sala tiene más galones que Patton (Torreblanca, Escribà, Mas Pau, elBulli) y un obrador donde hace alta pastelería en el barrio. Sale un cruasán etéreo, muy crujiente, con el punto justo de esponjosidad y el salado muy equilibrado. Le pone cuernos; que sea hojaldrado y con cuernos es más difícil que hacerlo alargado. Y mucha mantequilla; "Si estuviera en Sarrià, lo vendería a euro y medio, pero estoy en Poblenou". También hace de chocolate, de ibérico y queso, sobrasada, tomate, mozzarella y oliva.
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