Muy conocido por tradición en el campo de la construcción, este negocio centenario también sirve a los profesionales que trabajan a pequeña escala. Taladros robustos, pinturas, cemento, cola, selladores de silicona, ladrillos y todo tipo de herramientas están al alcance de quienes practiquen el bricolaje avanzado o las pequeñas reparaciones. Pero Viuda Vila es una firma que se mueve a escala industrial con clientes en el sector de la construcción y de las grandes infraestructuras, como el AVE o los equipamientos para los Juegos Olímpicos del 92. Empresa familiar con la quinta generación implicada en el negocio, Viuda Vila subministra desde maquinaria hasta señalización o abastecimientos para seguridad e higiene; así como todos los elementos para encofrar. Su catálogo ronda las tres mil referencias. Abiertos a la rehabilitación y a la exportación desde el bajón del sector, el almacén está en Viladecans y las instalaciones de la calle Còrsega funcionan como depósito en la ciudad. Su situación estratégica en el tejido urbano de la ciudad ha sido un atractivo logístico a lo largo de los años de actividad constructiva. Los orígenes de la empresa están en la frontera de la antigua villa de Gràcia donde nacieron, en 1899, dos años después del anexo de ésta a Barcelona. El negocio fundado por Wenceslau Vila empezó vendiendo herramientas básicas: picos y palas, limas y sierras, vagonetas y otros elementos para explotaciones mineras. La empresa creció con la ciudad: mientras se forjaba el Eixample, con la Exposición de 1929 y con la construcción de la Sagrada Família, hoy por hoy es su cliente más antiguo. No sería raro que el rebisabuelo Vila charlara con Antoni Gaudí.
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