Ojos y manos son los instrumentos de los artesanos y, en el caso de los relojeros, la vista es la herramienta total. Imprescindible: tener pulso y grandes dosis de paciencia. Los conocimientos vienen de un maestro del oficio. La casa Pujante Queral comenzó con el abuelo. Alejandro Queral tenía un taller, fechado en 1890, en la calle de Joaquín Costa.
Allí aprendió el oficio el padre de Xavier Pujante. Los hijos continuaron el negocio, primero en la Vía Laietana y, desde 1980, en la calle de las Magdalenas. En este taller, el alma de los relojes no tiene secretos para Xavier. Ponen en sus manos tanto piezas de primeras firmas como aparatos más sencillos. Como servicio técnico, reparan todas las marcas.
Para Xavier la profesión ya no tiene el prestigio de antes. La hora está en el móvil, o en el ordenador. Los relojes no son las máquinas del tiempo de la época del abuelo Alejandro. Sus bisnietos han aprendido el oficio pero es improbable que continúen. La familia evalúa ampliar el negocio con una tienda, conservando el taller. 'Tempus fugit', como las nubes, como las naves, como las sombras, decían los clásicos.
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Detalles
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- Magdalenes, 17
- Gòtic
- Barcelona
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