La pastelería Calderón resiste más fuerte que nunca en Sant Antoni, un barrio en el que pronto será más fácil encontrar un 'cannolo' siciliano que un brazo de gitano catalán. Aquí la cosa va de tradición y familia. En concreto, de la de Òscar y Raquel. Sus padres cogieron el negocio cuando todavía eran unos jovenzuelos y a base de echarle horas, días, semanas, meses y años consiguieron que la fama del establecimiento traspasara los límites del Eixample Izquierdo. Los hermanos siguen dulcificando las fechas más señaladas del calendario catalán con productos tradicionales (panellets, turrones, roscones, buñuelos, monas, tortas, etc.), pero como también son hijos de su tiempo, han introducido alguna cosita más contemporánea, como las espirales de canela. La Calderón es una indispensable del mapa goloso de la ciudad.
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