Cuando visitas una pastelería nueva, esperas encontrarlo todo limpio y reluciente: o bien un dispendio de inversión y todo cromado, o bien un taller de galletas y piruletas salido de Hansel y Gretel. Pues bien, aquí os hablamos de dos nuevas y singulares pastelerías, tan de “hazlo tú mismo” y espartanas que podríamos decir que son punk. Las dos en el Poble-sec, un barrio donde todavía se respira artesanía.
Tiendas de un solo hombre
Hein Depoortere, pastelero belga, define su tienda-obrador, Tartas del Norte, como “una pastelería casera y alternativa, donde predomina el sabor por encima de la decoración”. Huye del canon de la pastelería francesa, para sacarse de la manga “recetas de abuelas y madres un poco perfeccionadas”. Esto es una 'one man band' ubicada en una calle con poco tráfico, donde “todo es natural y artesano, nada se compra fuera”. Trabaja él solo y el escaparate es un único mueble refrigerado; no encontraréis exhibiciones espectaculares de productos, pero sí pasteles deliciosos y nada empalagosos: como uno de zanahoria recubierto de chocolate blanco que ganó el premio al mejor pastel en la Fiesta Mayor del Poble-sec. O cosas para los chocolateros 'hardcore', como un pastel de tres gradaciones de chocolate negro, la Bomba, que es un pecado.
Depoortere –¡llamadle Hein!– trabaja mucho por internet (tartasdelnorte.com) y si le hacéis un pedido os llevará el pastel a casa. Vale la pena: ¡una bomba de chocolate para diez personas sale por 22 euros!
Y si Hein trabaja de forma austera, Matteo Majorini y El Paradiso del Tiramisú están en las trincheras. Como su nombre indica, aquí solo encontraréis tiramisú. Pero el interiorismo del lugar –también en una callecita escondida– dan ganas de salir corriendo: empezando por el cartel, en el que un dos caballos con rasgos humanos levanta un tiramisú con la lengua (!). Dentro, dos nevaras con cristal son la única indicación que esto no son los bajos de una vivienda (las mesas de exterior de Ikea, sofá y cortinas dicen que sí).
Pero la mandanga es cosa fina: quizá el mejor tiramisú que he probado en mi vida, un prodigio de consistencia, textura cremosa (ni demasiado líquido ni demasiado sólido) y sabor uniforme. Majorini no habla ni papa de español, pero suelta un rotundo “no comment” cuando le preguntamos por el tiramisú que ha probado aquí: “Los que he probado no están hechos con mascarpone sino con un sustitutivo”, sentencia. Su secreto: “Mascarpone del bueno, huevo, savoiardi (bizcocho de soletilla italiano), azúcar y cacao.Y sobre todo café moca, no exprés”. Además del clásico, el pastelero milanés hace tiramisú con lima, vainilla, canela, stracciatella, chocolate blanco... ¡y prepara uno de sangría!