Se acerca la fecha en la que Barcelona mudará la piel a nivel comercial, mientras se llevan a cabo las medidas que determinarán las tiendas que pueden atenerse al plan específico de protección y apoyo a los establecimientos emblemáticos de la ciudad. No nos resignamos a observar los interiores, congelados en el tiempo, de espacios que tienen solera y que ya no están; podemos hacer la ruta siguiendo las placas de los establecimientos centenarios o una maratón para llegar a nuestro destino antes que los negocios afectados por el vencimiento de la Ley de Arrendamientos Urbanos bajen la persiana. Algunos cierran porque el negocio deja de ser viable con el aumento del alquiler o porque el propietario se jubila, y otros optan por cambiar de local o, sencillamente, chapan. Aquí un pequeño homenaje a los lugares que nos dirán adiós en 2015.
Desde que en octubre anunciaron que el Tirsa cerraría en Navidad, Manel Tirvió no ha dejado de atender grupos de clientes habituales y curiosos que se acercan a tomarse la última copa en la coctelería de Hospitalet. Su receta de gin-tonic -la fórmula de una onza de ginebra y tres de tónica que fueron merecedoras del Premio Time Out 2011- acompaña una conversación que destila realismo. "En los 60 empezamos como bar normal, en los 80 nos convertimos en cóctel-bar, abriendo solo de noche, y así hemos funcionado durante 30 años", sintetiza.
La revisión del contrato de alquiler implicaba un aumento de precio que no podían asumir; a esto se le ha sumado la crisis económica, enemiga de establecimientos que no son 'low cost', y el cambio demográfico en el barrio de la Torrassa. Tirvió aprovechará el momento para jubilarse, como también hará el propietario de El Indio (Carme, 24). ¿Qué pasará con los cuadros de Martini, con la coctelera con forma de trofeo, que es del tiempo de la ley seca, y las botellas que coronan la barra del Tirsa? Tirvió dice que parte de los objetos irán a parar a la Escuela de Hostelería de Hospitalet; la bebida se la beberán toda, pero sin festejar.
El cierre de Musical Emporium es inminente (La Rambla, 29), mientras que la despedida de Kowasa (Mallorca, 235) será más progresiva. En verano pusieron fin a los dieciocho años de trayectoria de la galería, y a lo largo del primer trimestre de 2015 cerrarán la librería, un referente para profesionales y amantes de la fotografía. Hubert de Wangen, el propietario, analiza los motivos: "la galería perdía dinero, y el oficio de galerista ha cambiado, como el de librero; el negocio de la librería tampoco es viable porque no podemos competir con Amazon". De Wangen busca instituciones del país o extranjeras que quieran hacerse con su fondo, "una base suficientemente sólida para iniciar una biblioteca de fotografía", dice. Para ojos amateurs, sin pretensiones elevadas, Willy Rojas, el encargado, recomienda dejarse caer por la tienda y hojear mucho, sobre todo los proyectos delicados de Éditions du Lic.
Otros prefieren no hablar mucho sobre el rumbo del negocio, a pesar de tener asumido que la situación obliga a un cambio de lugar, como han hecho las librerías Documenta y Casa Piera (Pintor Fortuny, 21). También es el caso del Colmado Quilez. Faustino Muñoz, el encargado, glosa los diecinueve escaparates de la tienda de comestibles, la larga lista de productos que distribuyen con la etiqueta Quilez ("la firma no desaparecerá", aclara), y la tradición de las droguerías y los comercios más antiguos y auténticos que, para él, requieren una protección especial por parte del consistorio. "Quilez es Quilez porque está aquí, por los estantes de madera de los años 40, por los guardapolvos de los trabajadores".
Por la tienda no deja de pasar gente: un cliente que se lleva una veintena de botellas de vino, una pareja de abuelos preguntan por el kirsh, y dos turistas entran, miran y se van sin comprar. "He dado vueltas, pero en ninguna parte he encontrado una tienda del perfil del Quilez", dice Muñoz.
Unos cien metros más abajo, otro espacio cambiará de cara a partir de enero. Carlos Durán corrobora que la galería Senda seguirá el camino de la Carles Taché: las galerías abandonan Consell de Cent, epicentro galerístico de antaño (Senda retomará la actividad en la calle Trafalgar y Taché se instalará en la falda de Montjuïc). "Ha cambiado el mercado, el público, y ha cambiado Barcelona y el flujo de la gente -dice Durán-. La rambla de Catalunya es una maravilla para las tiendas de lujo, pero la cultura se mueve en otros espacios". Antes de cerrar, la galería ha recuperado el chupete del grafitero Xupet Negre, que presidirá la persiana de Senda hasta final de mes.
Hay tiendas que esperan una solución, como la Llibreria Sant Jordi (Ferran, 41), que ha recibido apoyo del servicio de mediación del Ayuntamiento para desencallar la negociación con los administradores de la propiedad, o La Torre Géneros de Punto (Ronda Sant Antoni, 63), que de momento seguirá abierta. Josep Morales, al frente de la librería de Ciutat Vella, sostiene que su caso no coincide con el de otros establecimientos afectados por el vencimientos de la LAU (y por lo tanto deberían poder mantenerse en el local más allá del 1 de enero). Aunque no esconde que sufren la crisis del sector del libro y también la deriva comercial del barrio, Morales no escatima críticas: "La transformación de la ciudad pide que se haga alguna cosa para proteger la atmósfera; las reacciones han llegado, pero demasiado tarde". La campaña de firmas para salvar la librería, con un mobiliario que data de 1888, coincide con el grito de alarma de los Cines Maldà, que luchan por su supervivencia.