Una buena baguette -nada que ver con aquella inmundicia gomosa que hace años nos colaban- forma parte del orgullo nacional de Francia: ningún parisino al mediodía sin su barra larga y sabrosa. Se puede comprar en esta panadería artesana: Benjamin se recicló del marketing alimentario al pan artesano. Y tan fascinado quedó por el oficio de uno de sus profesores, Éric Bonnet, panadero de Camélas (de Perpiñán, no del grupo) que aplicó sus métodos: fermentación con levadura natural, harinas ecológicas, formas a mano, fuego de leña- y le rinde homenaje en su panadería (donde tiene uno de esos preciosos hornos Matheu de pared, del año 1950).
Podéis encontrar una excelente baguette, pero también panes de inspiración nórdica, con trigo, centeno y semillas y donde el hecho saludable convive con verdaderos placeres culpables franceses. Sí, todos los croissants que quieras, pero quizás no ha probado la 'chouquette' (pasta de 'choux' con azúcar glaç) o la 'tropezzienne', bollo relleno de crema pastelera de vainilla.