Direcció i dramatúrgia: Laia Alsina Ferrer. Repartiment: Marc Joy, Cristina Arenas, Andrea Portella, Martí Salvat i Josep Sobrevals.
Dos acrtices y tres actores con una obsesión casi enfermiza por actuar siguiendo las normas en una sucesión de escenas inconexas que incluso intentan autoparodiarse. Por más que ellos y ellas reivindiquen una y otra vez que en el escenario están como peces en el agua y que si mueven como quieren, lo cierto es que son esclavos impenitentes del texto y de la dirección, almas inocentes obligadas a repetir acciones, gestualidad y escenas en un carrusel enloquecido.
Su entrega y compromiso es tan admirable como estéril el resultado de tanta reiteración (porque lo dice el texto), al que cabría añadir una desagradable, absurda e innecesaria escena de violencia machista. El espectáculo dice que habla del amor, pero lo cierto es que a lo largo de la hora y media de función el único amor que se manifiesta es la incondicionalidad de los intérpretes para seguir el camino marcado por la directora y dramaturga.
Su entrega y compromiso es tan admirable como estéril el resultado de tanta reiteración (porque lo dice el texto), al que cabría añadir una desagradable, absurda e innecesaria escena de violencia machista. El espectáculo dice que habla del amor, pero lo cierto es que a lo largo de la hora y media de función el único amor que se manifiesta es la incondicionalidad de los intérpretes para seguir el camino marcado por la directora y dramaturga.