No es fácil hacer 'Yerma' y, sin embargo, es la obra de Lorca que más está subiendo a los escenarios europeos en los últimos años. Escrita entre 'Bodas de sangre' y 'La casa de Bernarda Alba', tiene un lenguaje muy subido, en el sentido de que comienza con un drama y termina en tragedia, y se mete en un mundo oscuro, a veces simple, que podría parecer muy lejano, aunque lo que explica ocurre cada día no muy lejos de aquí. Por todo ello, 'Yerma' pide que el director se ponga con todo, le exige creación, ideas, ya que no permite medias tintas: o ejecutas una maravilla o un churro indigerible. La mejor poesía no es garantía de nada.
Y Juan Carlos Martel Bayod ha hecho, ciertamente, una maravilla. De entrada porque cuenta con una María Hervás pletórica. 'Yerma' reclama una intérprete totémica, que vaya del lamento a la desesperación, en un 'crescendo' letal. Debe ir superando límites. Cuando pensamos que ya no puede más, debe atravesar el umbral. Cuando tiene delante un muro infranqueable, debe subirlo. Y así hasta el fin. Es lo que hace la actriz madrileña. La escenografía de Frederic Amat ofrece el cariz velado, de lo que no se ve, pero se deja intuir, una filigrana. Y las canciones de Refree provocan que el montaje acentúe el cariz telúrico, visceral.
Hervás manda, pero el director también la protege. Que en la escena más rasgada de la función, ella no esté, con Bárbara Mestanza y David Menéndez bailando desnudos desaforadamente, así lo prueba. Y que la haya rodeado de un equipo de voz melodiosa, con Yolanda Sey, Camila Viyuela y la propia Mestanza, acaba de completar un montaje que echábamos de menos en esta última etapa del Lliure.
Time Out dice
Detalles
- Dirección
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- 10-29 €
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