Los inicios de Hanoch Levin se sitúan en el teatro de proximidad y la sátira política. Un aguijón dramático para el gobierno israelí de los años sesenta y setenta. Yaacobi & Leidental conserva la punzada satírica pero ya desligada de contenido político. Cabaret antropológico, con la sorna autocrítica que caracteriza a la cultura yiddish centroeuropea. Ese “witz” retorcido –con mayor o menor compasión ante la estupidez de sus congéneres–, casi universal gracias a sus oficiantes norteamericanos.
De entrada un buen material –con matices beckettianos– que la producción dirigida por Ángel Ojea ofrece de manera aguada. Esta pequeña farsa musical con sus personajes-caricatura no sabe cómo compensar con ingenio su evidente falta de recursos. Cuando la parca económica domina la escena hay que encontrar la manera de congraciarse con ella y sacarle todo el partido. Pobreza y sátira son una buena combinación si se conoce la fórmula secreta para sacar lo mejor de este maridaje.
La sátira debe tener la contundencia teatral de la paleta expresionista de un cuadro de Grosz. En este montaje sólo Roger Pera (Yaacobi) dibuja a su personaje con ese trazo que hace del rostro un campo para la mueca, aunque a veces se ve contagiado por la blandura de sus compañeros de escenario y parece conformarse con formar parte de una compañía de vaudeville de los años cuarenta y su humor pícaro pasado de moda. Entonces ya nos olvidamos del todo que Levin es un autor con voluntad contemporánea.