La revisión dramatúrgica condiciona no sólo las actitudes de los personajes sino lo que dicen y cómo lo dicen y relega al olvido cualquier sutileza de lenguaje y de juego gestual. La función patina al inicio con la escena del reencuentro por un exceso de atropello que desvirtúa el revivir de aquel amor perdido entre golpes y discusiones. No se ve la llama ni el intangible que los atrae. Y si bien es verdad que la función tiene momentos graciosos, sobre todo por culpa de la calculada exageración de Marta Marco que clava los gags, también lo es que David Selvas le va detrás con menos eficacia.
Time Out dice
La revisión dramatúrgica condiciona no sólo las actitudes de los personajes sino lo que dicen y cómo lo dicen y relega al olvido cualquier sutileza de lenguaje y de juego gestual. La función patina al inicio con la escena del reencuentro por un exceso de atropello que desvirtúa el revivir de aquel amor perdido entre golpes y discusiones. No se ve la llama ni el intangible que los atrae. Y si bien es verdad que la función tiene momentos graciosos, sobre todo por culpa de la calculada exageración de Marta Marco que clava los gags, también lo es que David Selvas le va detrás con menos eficacia.
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