La comedia que han escrito y dirigido Cristina Clemente y Marc Angelet comienza con el protagonista fuera de escena. Tres personas con intenciones diversas han decidido inscribirse en un curso de pan con el panadero más famoso, Toni Roca (Abel Folk), pero el maestro no está. Cada uno va asumiendo su rol, lo que llevan en la mochila de la vida, y ocupando su espacio. Neus (Llum Barrera) se jacta de lo que sabe, segura, porque no es la primera vez que amasa harina y agua. Bruno (Roger Coma), experto en talleres y todo tipo de sesiones de autoayuda, también, aunque en sentido contrario. Y Laura (Laura Porta) navega entre dos aguas. Aquí, sin embargo, el pan es lo de menos.
'Una teràpia integral' es una muy buena comedia de boulevard que, incluso, cuando está a punto de dar un giro previsible, coge un camino mucho más interesante, para dejar que sea el público el que decida si se han creído o no la historia. Los espectadores saldrán del teatro con dudas y podrán completarla en su cabeza. ¿Ha sido todo una farsa? ¿Toni Roca es un caradura? ¿Lo mejor es creer, tener fe, dejarse llevar?
Un reto difícil
Y no era fácil el reto. Los tres alumnos tienen pocas posibilidades de moverse y, por lo tanto, todo pasa por la palabra, por la expresión, un desafío grande para un reparto: todo depende de lo que dicen y de cómo lo dicen. En el caso de las comedias, un segundo tarde es el infierno. El único que va de un lado para otro es el maestro. Y Folk clava cada gesto, cada movimiento. Es el dueño de la función, abriendo camino, dando paso, regalando protagonismos. Sin embargo, Barrera es quien disfruta del papel más agradecido, ya que su personaje oscila, se retrae y crece. Coma y Porta les miran y ríen.
El público lo pasa tan bien que, al final de cada escena, aplaude, como si los intérpretes acabaran de cantar un aria. Mucho me temo que 'Una teràpia integral' llegará muy lejos, como 'Lapònia', el éxito anterior del dúo Clemente-Angelet, que se ha estrenado en Argentina, Grecia, Croacia y Madrid.