Autor: Antonio Tabares. Dirección: Sergi Belbel. Con: Roberto Quintana, Celia Vioque, Gregor Acuña.
Cuando sabes como termina una obra, todo lo que ocurre antes deviene crucial. No importa el qué, sino el cómo. No el fondo, sino la forma. Ya que no hay sorpresa posible. En el caso de 'Una hora en la vida de Stefan Zweig' sabemos que el escritor austriaco se suicidará, así como ocurrió el 22 de febrero de 1942. Pero nos intriga mucho conocer cómo fue aquella última hora antes de quitarse la vida junto a su esposa Lotte. Antonio Tabares lo ha intentado explicar a través de la ficción, pero no ha levantado una historia verosímil. No ha conseguido que el cómo sea más importante que el que conocido.
Roberto Quintana (Stefan) y Celia Vioque (Lotte) lo tienen todo listo para irse de este mundo. Han escrito cartas, una declaración, han terminado manuscritos, y lo ordenan encima del escritorio de Stefan. Antes de tragarse el veneno, sin embargo, quieren contemplar la puesta de sol de Petrópolis (Brasil). Justo cuando están a punto de salir al jardín, suena el timbre y se presenta un intruso, un tal Samuel Fridman que no conocen aunque viene recomendado por Richard Strauss, amigo íntimo de Zweig.
Y aquí radica el problema, que Gregor Acuña-Pohl está fuera de lugar. Demasiado nervioso, demasiado esperpéntico. Busca algo, no dice la verdad. Y la historia da demasiadas vueltas para llegar al lugar donde sabemos que todo terminará. El director, Sergi Belbel, no ha sabido dotar de personalidad a Fridman, aunque la pieza en sí ya nos lo hace extraño, una excusa para incluir brillantes reflexiones sobre la responsabilidad del artista que no necesitan de una tercerca persona. Quintana está bien en el papel de Zweig y es Vioque quien salva los muebles con una Lotte discreta, especial.