De entrada, tenemos una voz en off que corresponde a una trabajadora de una industria cárnica (Kana) que se dispone a contarnos su vida. Inmediatamente, entran en escena tres actrices (Laia Alberch, Maria Hernández Giralt y Mar Pawlowsky) vestidas de obreras y el texto pasa a una pantalla con subtítulos. La historia que nos quieren contar es la de Los tres cerditos, en el momento en que el cerdito listo construye la casa de ladrillo que ahuyentará al lobo. Las actrices trabajan y el relato se expone: cómo el capitalismo se consolidó en las mentes occidentales después de que Walt Disney, en los años 30 del siglo pasado, hiciera un corto basado en la fábula que modificaba sustancialmente la original.
La apuesta es total, teatro directo sin metáforas
Todo correcto, sin mucha novedad, una obra política, aleccionadora, hasta ese momento. Pero se funden los plomos y El Eje decide hacer algo más. Vuelve Kana, ahora en pantalla, que nos hace adentrarnos en su vida (8 horas al día trabajando en un matadero) y las cerditas dejan lo que estaban haciendo y se dirigen al público. La apuesta es total, teatro directo sin metáforas.
Pau Masaló, coautor del brillante Ciutat dormitori, se ha unido a El Eje para levantar un montaje que acaba siendo deslumbrante. La compañía de Carla Tovias y Eric Balbàs no quiere crear un espectáculo animalista ni de promoción del veganismo, sino que simplemente nos cuenta qué les pasa a los trabajadores que matan millones de cerdos al año al sur de los Pirineos. Nos invitan a comer un frankfurt. Pero a ver quién es el valiente que se atreve.