Terra baixa (reconstrucció d'un crim)
David RuanoTerra baixa (reconstrucció d'un crim)

Reseña

Terra baixa (reconstrucció d'un crim)

4 de 5 estrellas
Carme Portaceli y Pablo Ley superan con nota la conversión del clásico de Guimerà en un 'thriller' policiaco que preludia los conflictos sociales del siglo XX
  • Teatro
  • Crítica de Time Out
Andreu Gomila
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Time Out dice

Ya era hora de que alguien se atreviera a verter una mirada 'peligrosa' en el sacralizado texto de Àngel Guimerà 'Terra baixa'. Hemos sometido a presión a Shakespeare, Ibsen y De Filippo, y hemos visto que aguantaban el siglo XXI. Y después de la versión que Pablo Ley y Carme Portaceli han hecho del punto central del cánon teatral catalán contemporáneo podemos decir que está incólume, sin daño, que incluso le somete a una nueva lectura ideológica y se nos aparece nuevo y fresco, joven. Los clásicos, cuando lo son en serio, cambian de bando cuando es necesario.

Lo que hace Ley es alargar la acción, mostrarnos qué pasa después de que Manelic (Borja Espinosa) pronuncie la mítica frase “¡He mort el llop!”, es decir, después de matar a Sebastià (Eduard Farelo) para convertir la obra en la investigación de un crimen. Para llevarlo a cabo necesita introducir a dos personajes nuevos, una periodista intrépida (Laura Conejero) y un investigador vil (Manel Sans) que, a lo largo del primer tercio del siglo XX arrojarán luz a la oscuridad. Gran idea.

Porque, además, carga ideológicamente el texto como preludio del conflicto social que vivirá Cataluña en aquella época (pistolerismo, Semana Trágica, dictadura...) y hace que 'Terra baixa' deje de hablar de pureza para hacerlo de lucha de clases. No se trata ya del conflicto entre un chico inocente que representa las esencias contra la corrupción de la gente, sino de cómo se combate la esclavitud, la servidumbre, la pobreza.

Portaceli dirige con creatividad la pieza. Pone el acento en el post, ya que es consciente de que todo el mundo ha tenido algún tipo de relación con la historia. Lo hace con lo mínimo, gracias a una brillante escenografía luminiscente de Paco Azorín. Su Marta (Anna Ycobalzeta) y su Manelic son mayores de lo que tocaría (no son chicos de 20 años), y los sabe llevar por los caminos del drama, sin excesos. Dota de personalidad a los personajes de Sans y Conejero y hace que Nuri (Kathy Sey) nos ofrezca respiros musicales en una función que se alarga por encima de las dos horas.

Todo un acierto. Hace una década, en el Romea, Hasko Weber hizo que Manelic fuera afrodescendente (Babou Cham). Y lo que necesitamos ahora con 'Terra baixa' es seguir el camino que emprendió Carlota Subirós con 'Sol solet', arriesgarse, no desde la poética, sino desde la potencia textual y escénica. No sé si 'Terra baixa' prevé los desastres que vendrían después, pero el intento de explicarlo es excelente.

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