Este espectáculo tiene trampa, que diría aquel. Pero es tan sublime, tan orfebre de la palabra y de la escena, que da igual. Es como si los espíritus de Joan Brossa y de Carles Santos se hubiesen dado la mano para transfigurarse en una sola persona, un artista en la cuarentena que, después de más de una década versionando Shakespeare, ha decidido desvestirse de todos los corsés y encauzar el camino de la experimentación teatral para todos los públicos. Jordi Oriol. Además, ha encontrado un alma gemela en un intérprete único, que sabe tocar 'El arte de la fuga' de Bach a oscuras y que actúa con la soltura de los actores experimentados. Carles Pedragosa.
Es como si los espíritus de Joan Brossa y de Carles Santos se hubiesen dado la mano
Ambos ya nos habían servido aquella delicia lluviosa llamada 'L'empestat' y, acompañados de Paula Malia, ese juego malvado llamado 'La mala dicció', a partir de 'La tempestad' y 'Macbeth', respectivamente. Pero es que 'Sísif fa no fa', en el que Pedragosa está solo en el escenario, no es de ese mundo.
De entrada, tenemos todo un cafarnaún de trastos sobre el escenario, libros de pie en fila como un dominó, poleas, cuerdas, la vía de un trenecito, una maleta, un escritorio abarrotado, micros, pelotas de todo tamaño, ventiladores ... En el medio, un piano de cola. Y un actor que dice que la cosa no va, que algo se ha estropeado. Lleva una tirita en la coronilla y ya intuimos que saldrá baldado.
Quiere demostrarnos que solo hay algo seguro, la muerte, y que el arte no sirve para nada, aunque le interpelen artistas torturados. En medio, nos servirá historias de todo tipo y nos hará escuchar a Chopin, Mozart y Bach. Y nos explicará que el intervalo se hace, el trítono, era como el diablo en música, prohibido por las autoridades durante siglos, más o menos. Caerán libros, piedras, bolas y Pedragosa lo pasará fatal, aunque no parará de encadenar rimas durante una hora y cuarto. Sublime.
Solo hay algo seguro, la muerte, y que el arte no sirve para nada, aunque le interpelen artistas torturados
'Sísif fa no fa' es una pieza hecha al milímetro, juguetona, divertida y, a la vez, de un nivel estratosférico, al alcance de muy pocos artistas. Y no, no tiene trampa, aunque Oriol nos quiera hacer creer. Así es como es, casi perfecta.
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