Hacía más de 30 años que el clásico montañés de Jordi Pere Cerdà 'Quatre dones i el sol' no visitaba un teatro de Barcelona. Una obra que explica la dureza de la vida en la montaña, sobre todo para las mujeres, encadenadas al lugar y a los hombres. Y solo para escuchar lo que el escritor rosellonés escribió ya vale una visita al Teatre Akademia.
Otra cosa es el resultado final. El actor Roger Casamajor, bregado en mil batallas, se estrena como director de escena con esta producción de la Escena Nacional d'Andorra. Las intenciones son buenas, como no dejar salir a las actrices del escenario, incluso el cariz místico que ofrece al montaje. Pero meter a sus personajes en un laberinto escenográfico, como si fueran ratones de laboratorio, no sé si juega a favor de la propuesta.
Annabel Castan, Irina Robles, Jèssica Casal y Núria Montes dan vida a una familia marcada por un pasado complicado y un presente de guerra que mantiene a Baptista, hijo de Margarita, hermano de Ariadna y marido de Bepa, lejos de casa. La llegada de un mozo apuesto y en moto para ayudarlas en los trabajos del campo revoluciona el hogar y hace aflorar viejos conflictos. Y, salvo Castan, una espléndida Margarita, el resto de las actrices tienen una propensión excesiva a levantar la voz, a gritar sin necesidad. Y las palabras de Cerdà requieren otra textura, otra suavidad.