Autora: Sofi Oksanen. Adapación y dirección: Ramon Simó. Con: Pep Ambrós, Carme Elias, Jordi Martinez, Maria Molins, Andrea Portella, Santi Ricart, Ernest Villegas.
El público espera un puñetazo. Un golpe seco, directo donde hace daño. La resaca del dolor como se entiende en los bosques de abedules que hermanan Finlandia y Estonia. Como sus destilados de alta graduación, como su literatura trágica. Anticipan la bofetada de mano cerrada, sobre todo los que ya vienen magullados con el texto de Sofi Oksanen. El resto está en guardia. Inútil espera. La 'Purga' de Ramon Simó –una fusión de la novela y la pieza de teatro originales– sólo ofrece un correcto ejercicio de teatro e interpretaciones que en general se quedan cortas.
Un resultado a su pesar. En los textos que comparte el director con los espectadores se observa que ha descendido hasta las tinieblas de una saga familiar sacudida por la violencia del siglo XX. Terreno abonado para entender el terror como una emoción tan inevitable y honda como el frío de sus crudos y oscuros inviernos.
En el escenario no se produce esa bajada a la oscuridad del alma. Con una salvedad: en algún momento Simó cogió de la mano a Carme Elias y con ella se adentró en la dimensión del sufrimiento. Los otros se quedaron fuera, con su profesionalidad, cuestionados por la firmeza de Jordi Martínez, que parece nacido para los papeles que piden un muro de cemento para contener las debilidades internas.
Elias sí que trasmite su eterno vagar por el averno de las tragedias enterradas en el bosque, o bajo la madera talada. Un alma en pena en permanente alerta. Vigila las amenazan que llegan de fuera y que acechan su casa desde décadas –su casa es su guarida– y la conciencia indómita que no para de dialogar con los fantasmas. Sólo cuando los otros personajes se tensan en su memoria estos parecen estar listos para golpearnos.