Autor: Arthur Miller. Adaptación: Eduardo Mendoza y Daniel Loayza. Dirección: Georges Lavaudant. Con: Eduard Fernández, Jordi Martínez, Mercè Pons, Marina Salas, Marcel Borràs, Pep Ambròs.
Está claro que este 'Panorama des del pont' que se acaba de estrenar en el Romea no es un Arthur Miller al uso. Lo que no es tan evidente es qué quiere ser bajo la dirección de Georges Lavaudant. Al director francés al parecer sólo le ha interesado del texto la idea de una tragedia –en su plenitud clásica– protagonizada por un individuo corriente. Un ser sin otro destino que el que Jehová ofreció a Adán hasta que la irrupción de la fatalidad despierta sus demonios ocultos, capitaneados por los celos. Todo lo demás parece ser secundario. Un hombre marcado por su circunstancia y no por sus circunstancias.
El director contempla al protagonista y su tragedia desgajado de su entorno, de los códigos sociales y morales de su comunidad, de los propios de los estibadores de los muelles de Nueva York y de la colonia italiana en Brooklyn; de las duras leyes antinmigración vigentes en 1955, de las difíciles condiciones de vida de los emigrantes, de las diferencias generacionales, y de la sorda contienda entre Elia Kazan y Milller, expresada a través de sus obras.
Quizá por eso los personajes que saben dónde están –los que de alguna han mantenido la consciencia de las circunstancias más allá de las indicaciones del director– son los que mejor funcionan en este montaje. Por eso están tan bien Mercè Pons, Pep Ambrós y Jordi Martínez –los tres sólidas piezas del montaje–; por eso Marcel Borràs parece confundido, buscando cómo salirse de su rol de instrumento del sino; por eso Marina Salas no sabe cuál es la realidad de una muchacha trabajadora de la época –ni como se mueve, ni como habla–, y por eso Eduard Fernández parece una figura sin otro contexto interpretativo que su propia fiebre trágica, irremediablemente perdido en su infierno interior.