En escena, tres chicas muy jóvenes vestidas de calle que nos miran a la cara. Una, de golpe, nos muestra una mano, luego un codo, el hombro, la barriga, un pecho, el culo y el pubis. Y nos dice que el resto son tonterías. Ya lo hemos visto todo, quizás pensamos sin saber que no hemos visto nada. Porque lo que viene después es una exitosa explicación de cómo es el mundo para tres chicas que quieren rebelarse. Hablan contra el capitalismo, contra la monarquía, contra la constitución, con convicción, con datos, con la demagogia justa, y una teatralidad muy física que hace que no les podamos sacar los ojos de encima.
Lo que hacen Gloria Ribera, Agnès Jabbour y Nikole Portell son acciones brossianas inspiradas en el lenguaje de Carles Santos, pero sin recursos, con lo que tienen a mano. Y lo hacen muy bien. Al final, no quieren ni que las aplaudimos: abren las luces de sala, cogen la escoba y la fregona y limpian todo lo que han esparcido. Y el público se va.