Siempre me he preguntado ¿por qué? Por qué determinados proyectos teatrales llegan a los escenarios sin que alguien que asiste a los ensayos, algún conocido, algún amigo o incluso algún ocasional no haya iluminado a los que, dentro de la nube de la creación, son incapaces de distinguir lo bueno para la función y lo que le va a la contra. Aquella mirada externa de quien desde fuera plantea las preguntas necesarias para que el proyecto responda a las ideas creativas que lo generan o simplemente muestra dudas sobre las decisiones del director o directora. No sería de buen amigo decirle a un director que lo que ha explicado, lo que dice el programa de mano o en el dossier del espectáculo, no se corresponde con los resultados, que una cosa es la idea y otra muy diferente la plasmación escénica de aquella.
Pues los impulsores de este 'Morpheo 115' o bien no tienen auténticos amigos, o los que tienen son muy tímidos o no han tenido la suerte de encontrar un alma sincera que pusiera luz sobre la oscuridad de una propuesta claramente fallida.
La joint venture de la compañía Kaddish y Kolmanskop Project nos dice en la web que la obra es "una reflexión onírica sobre el fin de las utopías y la construcción de un mundo a base de la manipulación de imágenes que consumimos cada día. una alegoría en forma de thriller sobre un sueño común llamado libre mercado ". Ojalá hubiera sido así, pero lo cierto es que no he sabido ver ni reflexión, ni alegoría ni thriller y en cambio he visto una historia mal vestida y mal explicada de un chico obsesionado con las películas de James Bond que ha vivido en carne propia el asesinato de su padres, espías soviéticos en Berlín, a manos de agentes de la CIA.