En una prisión de mujeres de París, en 1936, entra un elemento revolucionario. La acusan de agredir a un policía. Sus compañeras la miran con sospecha. Por la noche, mientras bailan, ella escucha discursos políticos. Uno de los guardias, Jacques (Borja Espinosa), la quiere para él, pero ella, Marie (Carlota Olcina), le deja claro que no la poseerá ni en sueños.
Rosa Maria Arquimbau estrenó Maria, la roja en el actual Poliorama en plena Guerra Civil, en 1938. Una obra muy política, adelantada a su época, como lo fue la autora. Y después de años de lecturas, ediciones, y tanteos, el TNC ha decidido llevar a escena una de las llamadas "pioneras", con dirección de Ester Villamor. La propuesta es totalmente contemporánea, con un grupo de actrices de primer nivel (Mercè Arànega, Tai Fati, Meritxell Huertas, Antònia Jaume, Alba Montaño, Martina Roura) capitaneadas por una Olcina que sabe muy bien lo que hace.
La propuesta es totalmente contemporánea, con un grupo de actrices de primer nivel
Aun así, el resultado es más bien agridulce. Por una simple cuestión de anacronismos. Tenemos claro que estamos en 1936: se nos muestra un momento íntimo entre dos compañeras de celda, Marie y Yvonne (Martina Roura), y en uno de los rincones de la grabación vemos la fecha. Momentos antes, sin embargo, en un momento de esparcimiento, ven la televisión. Marie está atenta a lo que podría ser un discurso de Angela Davis. Sus compañeras bailan ritmos urbanos. ¿Podría haber pasado esto en 1936? Entonces, ni la televisión ni la música urbana habían llegado a las prisiones.
La cuestión es que el montaje de Villamor es más bien naturalista: el vestuario, la interpretación, la escenografía... Hay muchas cosas que nos remiten a los años 30 del siglo pasado. ¿Por qué, entonces, telas y sonidos contemporáneos?
Y más cuando el texto de Arquimbau tiene vigencia casi un siglo después de su estreno. Lo que reclama Marie, lo que quiere, la dignidad que exige, es lo mismo que piden muchas mujeres hoy en día, que aún confían en los Jacques de turno, en la posibilidad de un cambio, una evolución, con el amor como motor.
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