Marc Martínez se ha llevado las 'aventis' de Juan Marsé de las colinas de la parte alta de la ciudad hasta las calles del Raval y se ha hecho suyo el neologismo para explicar su infancia en un barrio donde siempre había un rato para dejarse atracar por un mangui en perfecto catalán. El Raval de los 70-80, un oscuro periodo de impasse de glamur canalla entre Genet y los hipsters. Marc, niño miedica, no ha ido muy lejos para compartir con el público tiempos no tan remotos, cuando Mazinger Z era el rey animado de la megachatarra. El Teatre del Raval era el cine-auditorio de su cole, sito en los pisos altos del edificio de ladrillo. 'Mal Martínez' es un monólogo con canciones (casi todas propias) y un álbum de fotos con un sentido felliniano de retomar los recuerdos y las vivencias y lanzarlos como hechos fehacientes. Un espectáculo entrañable, divertido y con todas las licencias biográficas para que la realidad no estropee un buen gag.
Además es una excelente oportunidad para comprobar que Martínez está sobradamente preparado para defenderse en cualquier palo escénico. Un hombre-orquesta que lo mismo rinde sincero homenaje a Pepe Rubianes que se apunta a ese clásico que es imitar a Raphael.