El conjunto ofrece una serie de retratos femeninos, los de las vecinas, siempre reflejada en la presencia o ausencia del marido y con el espléndido contrapunto de la espontaneidad de la joven criada Zerafina, donde seguramente anida el alma de Rodoreda.
La comedia admite diferentes tratamientos. Mario Gas, que la estrenó en 1993, con una gran Rosa Novell, la leyó desde el peso de la agridulce cotidianidad y con enorme delicadeza. Sergi Belbel asume el reto de la sala grande del TNC de manera muy diferente. Belbel hace que sea el humor, y no importa si es exagerado, lo que conecte con el público prescindiendo de sutilezas y destacando la caricatura de las señoras. Belbel convierte la obra en una comedia intrascendente muy divertida y ambientada en un cenador digno del castillo de Moulinsart (Tintín). Las actrices le hacen caso y están estupendas. Quien se lleva el gato al agua se la 'merliniana' Elizabet Casanovas (Zerafina) que no desperdicia ni una réplica, ni siquiera un silencio, para colocar un gag. Y le funciona.