Los escaparates navideños de los grandes almacenes Bloomingsdale de Nueva York. Ventanas del exceso sin freno. Así recibe el espectador la propuesta teatral que Iván Morales hace de 'Novela de ajedrez', la novela corta de Stefan Zweig escrita en su exilio brasileño. Relato de cicatrices emocionales y obsesiones –con Freud, tan cercano al autor austríaco, muy presente– transformado en un desconcertante espectáculo en el que todo tiene cabida: del teatro de variedades al drama psicológico. La intimidad que Zweig elabora con las voces destacadas del Narrador y el Sr. B es reemplazada por el impacto epidérmico de los sentidos. Efectos de sonidos, de luces. Cambios y estímulos sin descanso.
Mucho juego escénico y un Jordi Bosch multiplicado que asume todos los personajes, algunos irreconocibles como el magnate McConnor, reducido a caricatura de vodevil, despojado de su violencia de clase. Estresante y aleatorio ejercicio de todos los registros interpretativos que este gran actor puede mostrar. Si Morales quería subrayar que Bosch es excelente en todos los estilos y géneros, el objetivo se ha alcanzado con creces. Si pretendía sumergir al público en la atmósfera peculiar de una partida de ajedrez que se celebra en elegante trasatlántico entre un displicente campeón de ajedrez (el hombre que necesita ver y tocar tablero y figuras) y un misterioso Sr. B (el hombre que no necesita ni ver ni tocar) quizá sus aspiraciones se pierden entre la acumulación de ideas y homenajes al oficio.
Demasiado de todo para una historia que con menos seguramente impresiona más y se entiende mejor la traumática historia de un hombre con todos los atributos de un personaje atormentado de Dostoyevski.
Autor: Stefan Zweig. Dirección: Iván Morales. Dramaturgia: Anna Maria Ricart. Con: Jordi Bosch.