Oriol Broggi ha vuelto a Bertolt Brecht. Lo hace en el TNC, en el mismo escenario en el que estrenó hace once años 'El círculo de tiza caucasiano'. Regresa con otro título mayor del maestro alemán: 'La buena persona de Sezuan'. Obra que hacía 21 años que no se representaba en catalán en la canónica traducción de Feliu Formosa, dirigida entonces por Fabia Puigserver. Los números cantan: Brecht no abunda en nuestros escenarios. Ausencia que quizá ha despertado todas las alertas, temores y dudas en los responsables de recuperar a uno de los grandes clásicos europeos del siglo XX, aunque el prestigio de su teoría teatral esté seriamente tocado por la teatrología contemporánea.
La sensación que deja este extraño montaje es que existe una consigna implícita para que parezca lo menos brechtiano posible, como si la misma mención del “desconocido” autor fuera veneno para la taquilla. Se impone una visión dorada, amable, de fábula lejana y antigua, de pintura sobre seda, con especial protagonismo -por no decir excesivo y distorsionante- de la suave cadencia de las composiciones de Joan Garriga, dejando al compositor original (Paul Dessau) como una aislada mención en la página equivocada. Un musical suburbial y ligeramente proletario -si alguien todavía concibe y entiende la noción de clase- que acentúa los rasgos más costumbristas y tragicómicos de los personajes que condicionan las decisiones morales de la prostituta Shen-Te y su alter ego, el explotador Shui-Ta.
Un doble personaje interpretado por una espectacular Clara Segura. Actriz que asume con grandeza y luz propia la enorme responsabilidad que le ofrece Brecht. Ahí queda como recuerdo memorable de este montaje su primera escena con el también formidable Joan Carreras (el aviador Sun).
Autoría: Bertolt Brecht. Dirección y escenografía: Oriol Broggi. Traducción: Feliu Formosa. Con: Míriam Alamany, Joan Carreras, Marcia Cisteró, Jordi Figueras, Albert Prat, Xavier Ruano y Clara Segura.