Hace poco más de una década Guillem Clua estrenaba 'Marburg' en el TNC. Producción ambiciosa. Diez intérpretes en el escenario. Tony Kushner y 'Ángeles en América' explícitamente presente. Ahora estrena 'Justícia' en el mismo teatro -en la Sala Gran- con la misma sed de ofrecer una gran obra al público que busca reconocerse en la dramaturgia catalana contemporánea en el escenario oficial de las consagraciones. De nuevo una dramatis personae generosa. Retoma las influencias afines y parece sumar otras, como 'Agosto' de Tracy Letts o 'Mirall trencat' de Mercè Rodoreda. Permanece reforzada la transparencia de las causas que considera dignas de defensa y reivindicación. Recupera la ductilidad del tiempo. Y la tensión de un número de platillos chinos. Malabares dramáticos que en algún momento parecen dejar caer uno de los platos. Cuando se deja llevar por el golpe de efecto folletinesco.
Aislados sobresaltos en un intenso drama irónico que destripa el alma tartufa de las cristianas y patriotas familias que han regido los designios de este país. Los pragmáticos morales que ya se dejaban retratar por Rusiñol. El oportunismo erigido en ética nacional. Al frente, el personaje torturado del juez Samuel Gallart, un hombre -que Josep Maria Pou interpreta con la grandeza rota de un rey Lear convergente- deconstruido por sus allegados y fantasmas. Callado hasta que el delirio rompe los sellos lacrados de su vida. Papel difícil -el del observador observado- al que Pou otorga una quebradiza autoridad. A su lado, una espléndida matriarca. Una Vicky Peña que se erige en enorme antagonista. Una brillante extravagancia, entre la misa y el avistamiento de ovnis.
Autoría: Guillem Clua. Dirección: Josep Maria Mestres. Con: Pep Anton Muñoz, Sílvia Bel, Alejandro Bordanove, Marc Bosch, Roger Coma, Vicky Peña, Josep Maria Pou y Anna Ycobalzeta.