Como Peter Falk en 'La princesa prometida', Llàtzer Garcia invoca una fantasía. El abuelo, el universo de caballeros, damas y piratas; Garcia, el del Lejano Oeste de tardes ante al televisor, cajas maltrechas llenas de liliputienses indios y soldados del séptimo de caballería, y pistolas de plástico para jugar a comanches y vaqueros. Quizá también algún libro de Karl May. El lugar del encantamiento nostálgico es el saloon de Vienna –la protagonista de la arrebatada 'Johnny Guitar'– en el salón de los Maldà.
Vienna es Maria Casellas y Johnny Guillem Rodríguez. La cuidada voz de Casellas no busca imitar a Joan Crawford y Rodríguez a veces se apoya en el lánguido encanto de Chris Isaak y su Fender Stratocaster. Espectáculo íntimo repleto de frases y diálogos memorables, canciones evocadoras, humor alimentado por el recuerdo y homenajes a la propia infancia y al mito, que a veces parece volar por encima de unos intérpretes que deberían radiar más carisma. Y te invitan a zarzaparrilla, forastero.
Dirección y dramaturgia: Llàtzer Garcia. Intérpretes y arreglos: Maria Casellas y Guillem Rodríguez.