Marina Prados es una actriz formada en el Institut del Teatre que ha trabajado en proyectos de teatro para jóvenes en Berlín. Y es también el sujeto de un espectáculo estrenado en el Teatre La Gleva fruto de una residencia de varias semanas en connivencia con dos artistas audiovisuales, Adrià Botella y Oriol Guanyabens, que mira por donde al fin son los encargados de conducir como actores el llamado Caso de Marina Prados.
Los dos muchachos han aplicado sus conocimientos técnicos para intentar averiguar la verdad sobre el origen de un grafiti aparecido en la pared de una iglesia del barrio de Gràcia y que habría provocado la detención de Marina Prados bajo hiperbólicas acusaciones de delito de odio en aplicación de la llamada ley mordaza para la que están perseguidos y en algunos casos condenados otros artistas.
Si bien Guanyabens y Botella sorprenden como actores debutantes por su naturalidad, lo cierto es que la dramaturgia se víctima de la idea motora del espectáculo, que no podemos desvelar, a la que no se ha rellenado de argumentos suficientes pero sobre todo porque utiliza la reivindicación de libertad artística como pretexto para un juego bastante estéril.
Dirección y dramaturgia: Marina Prados y Paula Knüpling. Dirección audiovisual: Oriol Guanyabens y Adrià Botella. Texto: Carlos Perelló.