Este espectáculo no llegará a la meta de las 95.000 funciones que dice el protagonista, de más de 300 años de edad y un poco cansado ya de repetirse, pero tiene cuerda para rato. A Bruno Oro, lo que más le gusta es inventar personajes por más que el reconocimiento popular le haya venido de las imitaciones televisivas. Lo ha hecho a través de youtube con el modelo Casimiro o el pijo Jacobo. Y es lo que hace ampliamente en el seu primer 'one man show'.
Un espectáculo orquestado en torno a la idea de la inmortalidad que tan ha obsesionado y obsesiona el ser humano que nace sabiendo que debe morir. ¿Y cómo sería la vida en un mundo de inmortales? Claro que no se trata de filosofar ni de construir un mundo sin muerte como hizo José Saramago en 'Las intermitencias de la muerte', sino de un pretexto para pasarlo bien con el magnífico fregolismo del actor que interpreta decenas de personajes. Al fin, una sucesión de sketches de diferente eficacia cómica nutridos con un humor ingenioso, incluso inteligente, y con una cuidada dirección de Marc Angelet, asimismo coguionista del invento.
Si el padre que intenta explicarle al hijo de cinco años que se la muerte derrama humor por los cuatro costados y el marketing-man al Vaticano resulta desopilante, el personaje mejor encontrado y el más teatral es, a nuestro entender, justamente el de la muerte, una mujer solitaria como una 'madame' sin burdel en paro obligatorio.
El espectáculo tiene un ritmo frenético que llega el paroxismo en el tramo final cuando el actor decide que ya es suficiente y que quiere abandonar el show. Pero para ello, o no, tendrá que vencer la feroz resistencia de los personajes que habitan en él. Muy recomendable para reír con un gran comediante.
Autores: Marc Angelet y Alejo Levis. Con: Bruno Oro.