Hace un año, la asociación teatral gerundense El Galliner invitó a la dramaturga Helena Tornero a hacer un curso. Ella estaba liada con la obra que estaba escribiendo para el TNC, alrededor de la memoria histórica, el franquismo y su propia identidad. Y dijo que aceptaba siempre y cuando no tuviera que cambiar de tema. Así que pidió a los alumnos que se llevaran un cuestionario a casa donde, entre otras cosas, preguntaba a los padres qué hacían el 20 de noviembre de 1975, el día que murió Franco. Ella ya se lo esperaba: muchos de los chicos volvieron a clase con otra pregunta de parte de los padres: "Y tu, ¿por qué quieres saberlo?".
Decíamos que se lo esperaba porque hace años que estudia el tema y sabe que todavía hay heridas de la Guerra Civil que continúan abiertas, silencios, humillaciones, vergüenzas. Y ella, con su obra, está intentando abrir vías de escape. Ya lo hizo con su primera creación, 'El Vals de la Garrafa', en la que hablaba de su abuelo, uno de tantos presos republicanos bajo el franquismo.
Y en 'No parlis amb estranys', la pieza que estrena en el TNC, su abuelo vuelve a salir. Pero esta vez ha sido por casualidad. Cuando escribía la obra pudo ir becada a Quebec y, durante una lectura de fragmentos de la pieza, hizo una especia de prólogo en el que hablaba del abuelo para contextualizarla delante de un público que no tenía por qué saber nada de la España de los años 30 y 40. Utilizó una foto como soporte. Y la gente se emocionó tanto que Tornero decidió volver a recurrir al abuelo -y a la foto- a la hora de acabar la obra.
Una obra personal, que se adentra en el territorio de la autoficción, y a la vez es un poliedro de historias incompletas. Porque las historias que nos han llegado, dice Tomero, "nadie se las sabe enteras". Además, la dramaturga ha buscado que los espectadores completen ellos mismos lo que se dice sobre el escenario, y trabajar lo no dicho, todo lo que no nos han explicado y que podemos intuir, pero que no hemos gozado abordar a fondo.
'No parlis amb estranys' son siete historias repartidas en 25 escenas, que recorren un lapso temporal que va de los años 30 del siglo XX a la actualidad, con el presente como tiempo de la función. Cada escena tiene un registro diferente. Y Tornero no ha huido del registro cómico. "Mi abuelo, cuando me explicaba historias de la guerra, se reía mucho. Todo no fue un drama. Era un hombre joven", nos dice.
Aquí veremos todas las generaciones que sufrieron la guerra, directa o indirectamente. Y Tornero sabe que la obra "removerá cosas". Lo comprobó en Girona, Quebec y en una lectura reciente en la SGAE. Es lo que llaman "la transmisión del trauma".
Lo 'curioso' es que, así como se han escrito cientos de ensayos y novelas sobre la guerra y el franquismo, el teatro contemporáneo sobre la dictadura y el genocidio español es más bien escaso. Tenemos 'Ay, Carmela', de José Sanchis Sinisterra, la adaptación de 'Soldados de Salamina' o de 'La plaça del Diamant'. Y poca cosa más. Será por la cosa catártica del teatro, demasiado cercano y directo. De hecho, hemos quedado con Tornero en un bar, hemos hablado una hora y media y hemos acabado explicándonos las respectivas historias familiares. Sí, la guerra y el franquismo remueven cosas.