Una mirada contemporánea en el fondo y la forma, sin referencias de actualidad, que humaniza a los personajes despojándolos de cualquier solemnidad en una propuesta escénica con curiosas notas de humor, como la amanerada pareja de Rosencrantz y Guildernstern, y que concentra la obra en la inacción de un Hamlet muy cercano en su impotencia para averiguar la verdad y actuar en consecuencia. La dirección resuelve con habilidad y sencillez las difíciles escenas del fantasma o la matanza final, pero en la búsqueda de la naturalidad sacrifica buena parte de la poesía.
En un espacio escénico neutro de gran utilidad y presencia (Sebastià Brosa y Carrió), Pol López expresa con inusitada transparencia la angustia (¡tan actual!) de una situación que le supera y que evidentemente lo trasciende y afecta a toda una comunidad. Un Hamlet que sufre, llora, ríe, se excita y finge como cualquiera de nosotros y con la gran virtud de hablarnos a cada uno de nosotros. Soberbio en el primer monólogo, pero sobre todo en el tan conocido 'ser o no ser'.
Xicu Masó hace una creación de Polonio, un papel tradicionalmente poco agradecido y que transforma en cálido y entrañable y que dobla con un delicioso enterrador. Perfecta María Rodríguez con una Ofelia frágil y sentimental y Pau Vinyals como un Horacio que rezuma la fuerza de la amistad incondicional con Hamlet.