El teatro de Marcel Borràs y Nao Albet quiere ser básicamente lúdico. No vislumbra nada, pues, más allá de la sorpresa del supuesto ingenio que se pueda desprender de cada acción, como ocurre en los espectáculos de circo convencional. Ciertamente que para esta pareja de jóvenes, ya no tan jóvenes, creadores catalanes que han recibido un inusitado y continuado apoyo de los teatros públicos, el teatro es un juego sin límites y sin muchas normas con el resultado de unos espectáculos tan simpáticos como inocuos con el objetivo de entretener.
Esta vez se han fijado en un tema bastante actual y fuente de debate artístico como la falsificación de la obra de arte y en concreto del mismo teatro en una propuesta tan lejanamente inspirada en el Falstaff de Shakespeare que de él sólo queda el engaño, que al fin es la correa de transmisión de un espectáculo donde todo es deliberadamente falso. Una parodia de referentes que van desde el inicio con una comedia de intriga bien escrita siguiendo con un juego de rol a la manera de la Agrupación Señor Serrano, y con un cómico musical del clásico western que cierra brillantemente el primer acto. Lamentablemente hay un segundo acto que alarga innecesariamente la función más allá de las tres horas. Entendemos, sin embargo, que quieran cerrar la historia que están contando y, sobre todo, que después de un primer acto bien ordenado con una dramaturgia cohesionada quieran volver a sus estallidos performativos donde todo vale y con los que han conquistado el gusto de los más jóvenes espectadores.
La presencia del payaso Jango Edwards es un hallazgo así como la energía y calidad de todo el reparto y el buen trabajo de dirección de Borràs y Albet. No lo es que todos los subtítulos, mas del 90% de la función, sean en castellano. ¿Por qué?
Autores, directores y actores: Nao Albet y Marcel Borràs.