Autora: Abi Morgan. Directora: Carme Portaceli. Traducción: Neus Bonilla Benages y Carme Camacho Pérez. Intérpretes: Míriam Iscla, Lluïsa Castell, Gabriela Flores y Laura Aubert.
Cuando Míriam Iscla exige altiva la última foto de esplendor antes de su caída el espectador es asaltado por otra imagen: el cadáver de Elena Ceausescu. Igual que la déspota rumana, la mujer de un dictador no identificado observa y escucha desde las alturas presuntamente inaccesibles de su palacio presidencial como se acerca la revolución. Una mujer asediada que se hace acompañar por una amiga del alma, una fotógrafa de guerra con galones (Gabriela Flores) y una intérprete que tiene el sospecho acento de los oprimidos del Norte (Laura Aubert). Esta es la situación que plantea Esplendor, la comedia dramática deconstruida como un prisma de la británica Abi Morgan.
Un texto que funciona como una espiral: cada vez que regresa a un fragmento conocido la historia se modifica con un nuevo dato, un matiz, un sentimiento que emerge. Un pautado croquis de revelaciones que atraparía desde el inicio al público si mostrara un ritmo más firme hacia su objetivo, más 'staccato' y tenso. En la puesta en escena de Carme Portaceli ese ejercicio de ir cercando la platea hasta aislarlo en el horror no está del todo conseguido, dejando que un aire de tiempo estancado se extienda por la sala. Es evidente que cuando el drama ha llegado a la sima de la verdad el montaje consigue finalmente todo su propósito crítico.
Tampoco ayuda que el interés de los cuatro personajes no esté equilibrado por parte de la autora. Aunque cada una de las mujeres tiene una buena historia que compartir, es la relación entre la mujer del dictador y su 'leal' amiga la que posee más capas que desvelar. Un adentrarse y enfangarse en una amistad corrompida maravillosamente bien aprovechado por Iscla y Lluísa Castell (la amiga).