Autoría y dirección: Mariano Pensotti. Interpretación: Santiago Gobernori, Mauricio Minetti, Andrea Nussembaum, Agustín Rittano y Julieta Vallina.
¿Qué es el fracaso, sino la frustración de no ser quien quieres ser? No se trata de no conseguir alguna banalidad contemporánea, sino algo más ontológico. Al salir de ver 'Cuando vuelva a casa voy a ser otro', pienso en Albert Camus, que la tuberculosis le cerró el paso del fútbol, en Glenn Gould, que dejó el piano porque no soportaba la exposición, en una amiga a quien no le dejaron estudiar medicina porque era chica. Mariano Pensotti, además, lo hace todo desde la perspectiva de un país, Argentina, que mantiene un debate vivo sobre la identidad, desde una generación, la suya, nacida a mediados de los 70, llena de casos de robo de bebés, desaparecidos, suplantaciones, torturas con electricidad, montañas de muertos... Es como si la infancia de toda aquella gente no hubiera existido, como si hubiera sido una fábula macabra, una ilusión esperpéntica.
Manuel (Javier Lorenzo), Damián (Santiago Gobernori) y Natalia (Andrea Nussembaum) son tres personajes entre los 30 y los 45 años que no son lo que quisieran ser. Alfredo (Mauricio Minetti), jubilado, tiene recuerdos, tuvo unos ideales. Los jóvenes, en cambio, no; no saben ni de dónde vienen. Y todo comienza, precisamente, cuando el viejo recupera una bolsa que enterró en los 70 cuando era militante de la izquierda revolucionaria. Dentro, encuentra una cinta con unas canciones que no reconoce. Será el disparador de las tres historias de los jóvenes, que se entrelazarán y se pondrán frente a frente. No hace falta que me deshaga en elogios hacia los intérpretes, todos ellos metidos en unos papeles rápidos, en una acción que avanza a la velocidad de la luz.
Podríamos decir que la puesta en escena de Pensotti es viejuna, incluso cutre. Pero no creo que nada sea al azar. Hay una voluntad de cutrear, de ser explícito, de recuperar ese tiempo robado.