Autor: Ayn Rand. Dirección: Ivo van Hove. Dramaturgia: Peter van Kraaij. Con: Tamar van den Dop, Aves Greidanus jr, Robert de Hoog, Hans Kesting, Hugo Koolschijn, Ramsey Nasr, Frieda Pittoors, Halina Reijn, Bart Slegers.
Hay una escena de 'The Fountainhead' que no me puedo sacar la cabeza. Quizás es de las mejores escenas que he visto nunca en un teatro. Howard Roark (Ramsey Nasr) y Dominique Francon (Halina Reijn), desnudos, se dirigen en claroscuro a la cama. Los vemos de espaldas, hechos polvo, tras un juicio en el que Howard se ha hundido en la miseria y en donde ella lo ha traicionado, así como lo había advertido. Caminan, se tumban y hacen el amor, poco a poco. Ternura, pasión y todas las contradicciones de la vida. Sordidez. Lucien Freud podría haber pintado esta escena.
Esto es la puesta en escena de Ivo Van Hove de la novela de Ayn Rand, un delirio de imaginación, de discurso, tan impactante como las 'Tragedias romanas' que nos sirvió el año pasado, incluso mejor, más cercana, más directa. Aquí todo es teatro, no hay trampas, sino la capacidad de interpretación de una compañía de un nivel estratosférico, con mención especial al trabajo de Reijn –¡qué actriz!–. No era necesario leer los subtítulos. Todo está en los gestos, los movimientos, las referencias que ofrece el director –proyecciones, música en segundo plano, hasta cinco puntos de atención en escena, etc.–, los símbolos que deja caer, el énfasis.
Howard Roark y Peter Keating (Aves Greidanus jr.) Son amigos, jóvenes, con ganas de dejar huella. Son dos arquitectos de los años 20 del siglo pasado, en Nueva York. El uno, Roark, es un idealista, con mucho talento. El otro, Keating, quiere escalar a toda costa. En medio de ambos hay Dominique, periodista e hija del gran padrino de la arquitectura de la ciudad. Peter la quiere, la desea, pero ella, una "gata en celo", la mujer más bella que hayas visto nunca, no siente deseo para nadie, sólo siente odio. Un triángulo dentro del cual Van Hove nos pregunta si hay que ser auténtico, puro, o lo mejor es dejarse llevar por la corriente del capitalismo. ¿Debemos elegir una opción y defenderla hasta las últimas consecuencias, por inimaginables que sean? ¿Individualismo o altruismo? ¿Creación o copia? ¿Socialismo o liberalismo? Yo tengo claro, creo, mi opción, pero lo que pueda pensar yo no importa. Y ustedes, ¿qué eligen? Esta obra debería ser de visita obligatoria para vivir.
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