Oriol Pla es un payaso que puede tragárselo todo. Puede comerse una sandía de un mordisco o vaciar una máquina expendedora en cinco minutos, todas las porquerías del mundo, garganta abajo. También puede hablar ruso, árabe y euskera, bailar contemporáneo, ser clown y augusto, mimo, acróbata, cantar e inventarse el cuento de una niña vagabunda que embauca al emperador.
En 'Travy', hace unos años, nos demostró que venía de una familia especial y que podía levantar un espectáculo con ellos y para ellos, exprimiendo el increíble potencial artístico en el que se había educado. En 'Gola', con Pau Matas como compañero a la guitarra, casi mudo, se expone completamente solo con el único artificio de su cuerpo.
No sabríamos bien cómo explicar de qué trata este espectáculo. De entrada, aparece en escena poco a poco vestido con un frac circense. Lleva mucho maquillaje e imposta la voz. A su izquierda, una única máquina expendedora. Lo primero que hace es pedir perdón a sus padres. Y, acto seguido, se disculpa ante todos los profesionales de quienes tomará prestados el arte y el oficio. Él sabe hacer todo lo que ellos hacen sin haberlo estudiado. Es así. Más tarde, se interesará por el único artefacto que hay en el escenario y querrá un dónut. Y, ay, el envoltorio se atasca y no baja.
A partir de aquí, todo es exhibición. Nos reiremos y, al final, no querremos que Pla se vaya. Querremos que el espectáculo no termine, porque nos gustaría descubrir qué es lo que no sabe hacer o ya no puede hacer, agotado. Porque el público también es insaciable, siempre quiere más, quiere en exceso, y él no deja de ser un ser humano que se planta en un teatro para demostrar su arte. Y, aunque sus límites son escasos, los tiene.
Todo es exhibición. Nos reiremos y, al final, no querremos que Pla se vaya.
Al final, 'Gola' es un estudio sobre el narcisismo del creador y los fuertes lazos de necesidad que mantiene con el público. Todo el tiempo, Pla le pregunta qué quiere, qué debe hacer, para que se ría. Y él es capaz de cualquier cosa para que la gente siga mirándolo, para arrancar un aplauso, su favor. Los espectadores acaban hipnotizados por su gesto, su versatilidad, eso de hacerlo todo con nada, con una silla, una mesa y mucha imaginación. Gracias, Oriol.
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