El texto de Martina Cabanas Collell es un travelling frontal. Cuanto más se aleja la autora y directora de 'Fuga de conills' de las circunstancias concretas de sus criaturas más atractiva se vuelve la historia. Empieza como una docu-comedia sobre la precariedad laboral de actores y actrices, considerando el traje de mascota el punto más bajo en el escalafón interpretativo. Presente y futuro deprimente, con la juventud en retirada. La energía que les queda se invierte en una doble fuga -mental y física- que quizá no les llevará muy lejos. Suficiente para evadirse de una existencia menguante de oportunidades.
A Cabanas Collell la llevará a un cambio de registro: de lo real a lo onírico. Una escritura dramática entre los ritos generacionales de Kate Tempest y la poética de Philip Ridley. Todo amalgamado por una ecléctica banda sonora (de Bach a Manolo Escobar) y un comprometido trabajo actoral de Pau Zabaleta, Artur Rodríguez y Maria Cirici, buscando el equilibrio entre la intimidad de la confesión, la distancia abstracta de la coreografía bajo el disfraz y una resolución sin asideros naturalistas.