Autora: Mary Shelley. Adaptación: Guillem Morales. Dirección: Carme Portaceli. Con: Joel Joan, Àngel Llàcer, Lluís Marco, Albert Triola.
El montaje se anuncia como 'Frankenstein' de Guillem Morales, basado en la novela de Mary Shelley. Pero cuesta creer que sobre la mesa de trabajo del adaptador, junto al relato, escrito hace 200 años en un verano perturbado por la ceniza de un lejano volcán, no reposara también la versión que Nick Dear escribiera para la producción londinense de 2011. Ese precedente está en la matriz dramática para esta versión ahora estrenada en el TNC, como mínimo para ahorrarse el trabajo de expurgar todo el recorrido biográfico de Víctor Frankenstein y centrarse en el viaje interior de los dos personajes centrales. Incluso existe para mejorarlo.
Las diferencias más notables son un mayor equilibrio entre los protagonistas -Morales refuerza el vínculo umbilical entre el doctor y su criatura-; la introducción de cierto sentido de la fatalidad, y un filtro freudiano -aquello de “matar al padre”- que se extiende tanto en la relación entre el científico y su monstruo, el científico y su padre, y la criatura y ese símil de padre adoptivo que encarna el personaje del viejo ciego (gran trabajo de Lluís Marco).
Sobre el escenario esa lectura que refuerza la perspectiva de la tragedia de un ser lanzado al mundo sin “el pecado original” -o con otro-, se desarrolla precisamente sin la intensidad y hondura que pide la tragedia. Tampoco en unas interpretaciones que parecen pertenecer a un teatro que parecía superado en concepto y estilo actoral. Se impone la ligereza de la fábula cuarteada en breves escenas, ocasionalmente -no se sabe si intencionadamente o no- secuestrada por el humor. Nada de la oscuridad que pide una historia que nace en una competición entre acérrimos románticos, nada a la altura de uno de los grandes mitos de nuestra cultura.