El apocalipsis está de moda. Y la distopía. En el último año, hemos podido leer, por ejemplo, 'L'edat dels vius' de Mar Bosch o 'Diatomea' de Núria Perpiñán. Lara Díez Quintanilla estrenó el año pasado en la Beckett 'Eufòria', una pieza irregular sobre el fin de los tiempos protagonizada por seis personajes que comienzan la pieza confabulándose para alcanzar el éxito absoluto, la posición más alta del podio. Y a fe que van a conseguir. Pero demasiado tarde.
La obra ha vuelto al mismo teatro. Y, sinceramente, esperaba que algo hubiera cambiado de ese montaje que convencía a nivel visual, pero que, en general, tenía pocas cosas que decir. Si no fuera por un final lírico, cuando todo está perdido, que no dudaríamos en poner a 'Eufòria' entre las piezas por olvidar. Pero aquí hay algo, una chispa de genialidad de una autora que nos dejó boquiabiertos con la sartriana 'La nostra parcel·la' (Teatre Lliure, 2020) y que en esta obra decidió dejar que la parte visual de la función hablara más y mejor que sus intérpretes.
Pero aquí hay algo, una chispa de genialidad de una autora que nos dejó boquiabiertos con la sartriana 'La nostra parcel·la'
'Eufòria' comienza con un padre que le dice a una hija que ella sola cambiará el mundo. Una promesa. Y una sentencia de muerte. Los personajes de la obra quieren creerse predestinados a hacer grandes cosas, frases de cuento de hadas. La realidad, sin embargo, es otra. La cuestión es que, hasta que lleguemos al último cuarto de función, nadie pronuncia ninguna frase trascendente. Ni el amor eterno dura.
Díez Quintanilla es una gran autora y directora. Despedir la vida sin covid con 'La nostra parcel·la' fue una premonición. 'Eufòria' no es un paso más.